En defensa del neoliberalismo

 

Malos tiempos para la envidia

 

Thomas Sowell
Jewish World Review Jan. 16, 2003

En algún sentido, prácticamente todo el mundo está peor que alguna otra persona así que sobran las oportunidades para manipular los sentimientos de sentirse víctima u objeto de alguna injusticia. Las personas que están en la industria de la promoción de la envidia, y eso incluye a los políticos, los periodistas, los profesores unviersitarios y muchos otros intelectuales, se ven obligados a manipualr las estadísticas porque las grandes diferencias entre los americanos de carne y hueso son menores que nunca.

En otros partes y en otras épocas, la diferencia entre estar en los estratos superiores de la sociedad y los inferiores era la diferencia entre el hartazgo y el hambre. Ser pobre significaba no tener que comer o no poder calentar la casa en invierno, o no tener ropa para protegerse contra las inclemencias del tiempo. Significaba andar descalzo o tener que vestir a los hijos con ropas remendadas.

En muchos países todavía sigue siendo así. Dinish D’Souza decía que, cuando era niño, quería ir a Estados Unidos para conocer un país donde hubiera pobres gordos. En su India natal no los había. La mayoría de los americanos que vive por debajo del nivel de la pobreza tiene aire acondicionado, hornos de microondas y videcaseteras. La mitad posee un automóvil o un camión. Por otra parte, la mayoría de las personas que en 1975 estaba en el 20 por ciento inferior de la distribución de ingresos, han pasado al 20 por ciento superior en algún momento desde entonces.

Existen personas que son verdaderamente pobres durante toda su vida pero sólo  3% de la población americana permanece en el 20 por ciento durante una década. Esto es magnífico para la mayoría de nosotros. Es un verdadero desastre para la industria de la envidia. Significa que tienen que trabajar muy duro para poder promover indignación, votos y programas  gubernamentales para afrontar las “desigualdades” entre los “poseedores”  y los “desposeídos”.

Sí, es cierto que algunos tienen Lamborginis mientras otras tienen  carros de segunda, que algunos usan jeans de marca y otro no. Pero ¿quién va a dejar de ver televisión comiendo pizza para ocupar las barricadas?  Seamos serios. La envidia no está viviendo su mejor momento.