En defensa del neoliberalismo |
Ejemplo y síntoma Adolfo Rivero
Montes de Oca estaba preso desde el 4 de julio del año pasado. ¿Cuáles
eran sus presuntos delitos? Pedir la libertad de los presos políticos,
elecciones libres, reforma del código penal y la posibilidad de recibir
una educación cristiana en las escuelas. Semejante audacia lo había
hecho merecedor de un año y nueve meses de prisión.
Merece la pena reflexionar sobre lo que ha hecho este hombre. ¿Fugarse
de la cárcel? ¿En Cuba? ¿Y sin tener organizada ninguna salida al
exterior? Es más, ¿sin ni siquiera haberla intentado? ¿Acaso está
loco? No, no está loco. Montes de Oca es un síntoma. El síntoma de un
cambio en la conciencia política del país. A Montes de Oca, y a tantos
otros opositores, la amenaza de la represión no los coarta, ni los
paraliza, ni los limita. Y esa actitud les permite realizar verdaderas
hazañas. En muchos pueblos y barrios ya encabezan la lucha por demandas
populares concretas. Extrañamente, los artistas y los disidentes
cubanos parten de una misma premisa: en Cuba se vive una situación
contraria a la razón y a la lógica. Es su reacción a esa situación
la que ha sido diferente. Por el momento.
Montes de Oca estaba consciente de que iba a ser capturado
nuevamente. No le importaba. En una entrevista telefónica con Jay
Nordlinger, el managing editor de la revista National Review, le explicó
que merecía la pena con tal de llamar la atención del pueblo de
Estados Unidos y la comunidad internacional sobre el caso de Cuba.
Nordlinger se impresionó tanto que publicó la entrevista (cuya
traducción al español puede leerse en www.neoliberalismo.com).
Esta conciencia política que se está formando en el país ha vuelto
a hacer posible la vida clandestina. Educado políticamente en el desafío
público y abierto al régimen, el dirigente del PPDH nunca se propuso
hacerla. Constantemente, estuvo haciendo llamadas al exterior y poniéndose
en contacto con la base de su partido en varias provincias. Y, sin
embargo, a la policía política le tomó 15 días poder capturarlo. Y
lo detuvieron en un lugar obvio: la casa de una militante de su partido.
La conclusión es clara: la eficiencia de la policía política cubana
es cada vez menor, porque depende de una colaboración popular que se
reduce cada vez más. Montes de Oca tuvo una protección de masas y, de
habérselo propuesto, es muy probable que hubiera podido vivir
indefinidamente en la cladestinidad.
¿Por qué no? ¿Quién va a creer que es un terrorista que quiere
destruir la nación cubana? ¿Quién no respeta y admira a mi amigo,
Vladimiro Roca, a Oscas Elías Biscet, a Gustavo Arcos, a Payá? ¿Cómo
no admirar a Héctor Palacios, que ha fundado un centro de
estudios sociales? ¿Quién puede creer que estos hombres y mujeres sean
traidores y delincuentes? ¿Acaso no los buscan para reunirse con ellos
presidentes y ministros extranjeros? ¿Acaso el presidente de Francia no
condecoró a Elizardo Sánchez? ¡Con quien no quieren reunirse esas
personalidades internacionales es con Fidel Castro! Como lo demostraron
al no invitarlo a la reciente Cumbre de Québec. A quien la mayor parte
del mundo considera un delincuente y un terrorista es a Fidel Castro. Es
por eso que para buscar apoyo político, el dictador cubano ha tenido
que ir... a Irán.
Ese ambiente popular de creciente simpatía por la disidencia es el
que, en cualquier momento, va a determinar su dramático crecimiento. Se
equivocan los que dan por descontado un cambio controlado por la
nomenklatura. Todos los días se rompen esquemas y se hace realidad lo
que poco tiempo antes era impensable. El gran protagonista del futuro de
Cuba, la gran oposición cubana, apenas se está empezando a formar.
Montes de Oca no sólo es un ejemplo de lo posible sino un síntoma de
lo por venir. |