En defensa del neoliberalismo

EE.UU. defiende la democracia en Haití

Mary Anastasia O'Grady

El regreso a Puerto Príncipe del dictador haitiano Jean-Claude Duvalier el 16 de enero dejó perplejo al país. Los expertos lo catalogaron como un nuevo revés para los haitianos y advirtieron que la mayor inestabilidad que podía provocar es justo lo que el empobrecido país no necesita.

Pero digamos las cosas como son: Duvalier no cayó del cielo como una rama suelta durante un huracán. Su retorno fue orquestado, al igual que la corrupción gubernamental rampante que transcurre todos los días.

Los problemas de Haití no son, en su mayor parte, el fruto de la mala suerte de un país maldito. Son provocados por el hombre, el resultado del trabajo de matones locales que cuentan con el respaldado de extranjeros. Prever cambio en Haití sin enfrentar esta realidad es una locura. Por eso es tan importante revertir el fraude en las elecciones presidenciales y parlamentarias celebradas en noviembre.

Las dictaduras de Duvalier, que gobernaron entre 1957 y 1986, no sólo le robaron a Haití en tiempo real sino que además sentaron un precedente. Jean Bertrand Aristide, quien fue presidente brevemente en 1991 y luego regresó en 1994, tomó la posta, como si se tratara legítimamente de su "turno". El presidente René Preval heredó el mismo rol en 2006. Ahora la cleptocracia intenta aferrarse al poder a través de un recuento de votos irregular. En un giro que llama la atención, el secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Miguel Insulza, aparentemente piensa que debería ayudarlos.

Aún no queda claro por qué "Baby Doc" eligió este momento para regresar a su patria. Pero soy escéptica de la afirmación de Preval de que la visita de Duvalier no fue anunciada ni bienvenida. El gobierno haitiano habría recibido una copia con anterioridad del documento de Air France informando de su vuelo desde Guadalupe. Podría haberle impedido abordar el avión o, una vez en Haití, haberlo enviado de regreso. No hay que olvidar que usaba un pasaporte diplomático vencido. Pero se le permitió el ingreso y es difícil ignorar el hecho de que el momento elegido para su regreso fue fortuito para Preval.

Al día siguiente, Insulza llegó a Puerto Príncipe. Una "comisión de verificación" de la OEA había sido invitada a Haití por Preval en diciembre para auditar los resultados de las elecciones. El presidente haitiano parece haber previsto que se trataba de una mera formalidad. Pero como parte de su trabajo, la comisión realizó "un análisis estadístico de una muestra nacional aleatoria del recuento de votos" para ayudar a identificar planillas de recuento que contenían resultados muy improbables como, por ejemplo, más votos adjudicados que electores inscritos en un determinado precinto.

Una copia del informe de la comisión fue filtrada a la prensa días antes. El documento indicó que, al descontar estas irregularidades, la comisión no podía respaldar la afirmación del Consejo Electoral Provisional (CEP) de que el candidato elegido a dedo por Preval, Jude Celestin, había calificado para la segunda vuelta. En cambio, aseveró, el candidato que ocupó el segundo lugar en los comicios fue Michel Martelly, un famoso músico haitiano, exitoso emprendedor y una persona ajena al mundo de la política.

Observadores haitianos y diplomáticos esperaban ansiosamente la visita de Insulza y la declaración pública que, sin dudas, iba a hacer sobre el fraude que había descubierto la comisión de verificación. Monitorear elecciones es, después de todo, un rol clave para la OEA. Pero en lugar de que las declaraciones de Insulza acapararan los titulares el lunes, el cuarto poder volcó su tinta al regreso de Baby Doc.

Preval probablemente quedó complacido por la distracción de Duvalier. Pero quizás no haya sido el único a disgusto con el informe de la OEA. Varias fuentes confiables me dijeron que el propio Insulza había buscado diluir el informe al eliminar la conclusión de la comisión de que Martelly había accedido a la segunda ronda. No es una acusación menor, así que llamé y envié un mensaje por corre electrónico a la oficina de prensa de la OEA para ver si Insulza lo negaba. No recibí ninguna respuesta. Mis fuentes afirman que su meta de quitar la principal recomendación sustantiva del informe es lo que llevó a alguien a filtrarlo a la prensa antes de que pudiera ser manipulado.

La acusación cobró mayor credibilidad cuando la OEA divulgó un comunicado de prensa el jueves sobre las conclusiones de la comisión. Evitó repetir la recomendación de la comisión: que "la posición del candidato en tercer lugar... [fuera] cambia[da] a segunda".

Insulza podría pagar un precio. El jueves la embajadora de EE.UU. ante las Naciones Unidas, Susan Rice, emitió un duro comunicado durante una audiencia del consejo de seguridad sobre Haití, al decir que ese país debe "delinear una forma de avanzar muy clara" que "incluya anunciar los resultados de primera vuelta y realizar elecciones de segunda rueda de una forma consistente con las recomendaciones y conclusiones de la revisión técnica de la OEA". La embajadora también indicó que "un apoyo sostenido por parte de la comunidad internacional, incluido EE.UU., requiere un proceso creíble que represente la voluntad del pueblo haitiano, expresada en las urnas".

Preval sabe que EE.UU. valora la estabilidad y que Insulza se resiste a ofender a miembros de la OEA como Hugo Chávez, quienes son partidarios de un gobierno autoritario. Pero el fraude electoral, el regreso de Bay Doc y las declaraciones de Aristide la semana pasada, que dijo que también está listo para regresar, significan que se avecinan problemas. Darle el visto bueno a una elección robada sólo empeorará las cosas. Es hora de que Preval y sus secuaces hagan las maletas.