Las contorsiones comerciales
de Obama
Mary Anastasia O'Grady
El En una entrevista con
CNBC, para el Foro de Competitividad de las Américas en Atlanta hace
dos semanas, se le preguntó el secretario de Comercio estadounidense
Gary Locke si le resultaba incómodo tener que encontrarse con
colombianos que participaban del encuentro, quienes desde 2008
esperan la ratificación de su acuerdo de libre comercio con Estados
Unidos.
"En realidad, hay muchas intensas negociaciones en marcha mientras
hablo, y me estuve reuniendo con algunos de los ministros y
representantes del gobierno de Colombia aquí", declaró. Eso fueron
noticias para mis fuentes colombianas familiarizadas con lo que
ocurrió. Me dijeron que no hubo tales "intensas negociaciones".
¿Por qué habría de haberlas? El acuerdo ya fue firmado por ambas
partes. Incluso es probable que sea ratificado si el presidente
Obama tan sólo lo manda al Congreso para un voto positivo o negativo
a través de denominada "autorización para negociar por la vía
rápida". En cambio, la administración lo ha dejado languidecer en un
cajón y sus explicaciones para haberlo hecho se vuelven más confusas
cada día.
Hay una razón para eso. Bajo la Obamaconomía, se supone que las
exportaciones tienen que jugar el rol principal para volver a poner
a los estadounidenses a trabajar. Esto hace que el acuerdo con
Colombia sea bueno, porque incrementaría la competitividad de
Estados Unidos en ese país sudamericano. Pero los grandes sindicatos
se oponen a los acuerdos de libre comercio y Obama los necesita, lo
que hace que el convenio con Colombia sea malo.
¿Cómo hacer que las políticas combinen con la política? Fácil. Hacer
que los funcionarios del gobierno se conviertan en contorsionistas
que, y mientras hablan de "crear empleos" también justifican una
postura que se interpone en el camino de las reducciones de
aranceles para las exportaciones de Estados Unidos. Esto explicaría
porqué Locke quizás podría haberse sentido presionado para inventar
cosas.
El secretario parece haber pensado en minimizar los daños cuando fue
a CNBC. Consultado sobre el fracaso del presidente en conseguir los
cambios que quería para el acuerdo de libre comercio firmado entre
Estados Unidos y Corea del Sur en Seúl, Locke aseveró que el país no
puede aceptar "un trato por el trato en sí mismo" y se quejó de que
como está planteado ahora el acuerdo, el país asiático no se abriría
lo suficiente a los productores estadounidenses.
Esto es mercantilismo, una filosofía comercial que promete
prosperidad nacional a través de exportaciones. Si usted no está
familiarizado con el término quizás sea porque estuvo de moda por
última vez en el siglo XVIII. Gradualmente dejó de estarlo cuando
los diseñadores de políticas aprendieron que abriéndose a los bienes
extranjeros, podían incrementar la competitividad de los productores
locales y acumular riqueza.
Es cierto que el mercantilismo —una forma de nacionalismo económico—
volvió en el siglo XX bajo el fascismo en Europa y en América
Latina. Pero eso también terminó con lágrimas. Luego de la Segunda
Guerra Mundial, los países volvieron a aprender la lección de que
cuando tanto los consumidores como los productores pueden elegir
entre toda la producción global, tienen ventaja respecto a sus pares
de las economías cerradas.
Chile se volvió una potencia exportadora mediante la apertura
unilateral de sus mercados al mundo.
Si tan sólo el débil razonamiento de Locke terminara allí se lo
podría atribuir a la confusión. Pero para entender la oposición del
gobierno Obama al acuerdo de libre comercio con Colombia, cuando
EE.UU. ya está abierto a las exportaciones colombianas a través de
la Ley de Preferencia Comercial Andina (APTA, por sus siglas en
inglés), se requiere un gran esfuerzo mental.
La ventaja para Colombia del acuerdo comercial es que codificará la
APTA, de forma que no tenga que ser renovada cada unos años. A
cambio, Colombia se compromete a abrirse a la inversión de EE.UU. y
a sus exportaciones. Los consumidores, los productores y los
inversionistas en ambos países salen ganando.
También hay ganancias geopolíticas para EE.UU., que se beneficia con
la institucionalización de los mercados abiertos. Se puede prever
que las ideas, al igual que los bienes, fluyan a través de la
frontera y que un país más rico tenga más recursos e incentivos para
modernizar su infraestructura, incluyendo su sistema judicial. Las
llamadas desde la izquierda para bloquear el acuerdo con Colombia
por la violencia política ignoran el hecho de que es el aislamiento
lo que hace que las poblaciones sean vulnerables a los tiranos. Los
países pobres tienen una trayectoria notablemente mala en la defensa
de la igualdad frente a la ley.
Pero asumamos que el gobierno de Obama está mentalmente estancado en
la Italia de los años 30 y piensa solamente en las exportaciones.
Aún así no puede justificar su postura respecto a Colombia, el
tercer mayor mercado para las importaciones agrícolas en América
Latina. Los agricultores estadounidenses pagan hoy en promedio un
arancel del 16,5% sobre sus exportaciones a Colombia. Como
resultado, según el ministerio colombiano de Comercio, "países como
Argentina (que es parte de un acuerdo de libre comercio) están
desplazando rápidamente a los productores estadounidenses. En 2008,
los agricultores estadounidenses tenían el 46% del mercado
colombiano; hoy esa participación bajó al 22%.
El próximo año entrará en vigencia el acuerdo de libre comercio de
Colombia con Ottawa, y los productores canadienses se sumarán a la
lista de competidores que tienen una ventaja sobre los
estadounidenses en el mercado colombiano. La Unión Europea y Corea
del Sur también firmaron acuerdos de libre comercio con Colombia y
tendrán ventajas en el frente de la producción industrial.
Es difícil entender en que está pensando Obama, más allá de su
lealtad hacia los grandes sindicatos. Pero los planes de Colombia
son claros. Quiere comerciar con Estados Unidos. Pero si es
rechazada, simplemente comprará y venderá al resto del mundo.
Tomado del WSJ
11-29-10
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