En defensa del neoliberalismo

 

Comunismo y deporte

 

Del Berlin Dispatch
Hembras Varones
Por STEVE KETTMANN


Andreas Krieger podría haber testificado sin decir palabra. Se podría haber parado allí en el pequeño salón de un tribunal de Berlín con sus botas de vaquero, sus jeans y su camiseta negra y dejar que todos lo miraran. En el juicio de Manfred Ewald, de 74 años, anterior jefe del programa Olímpico de la Alemania Oriental, y del Dr. Manfred Hoppner, el anterior director médico del programa, la virilidad de Krieger era testimonio suficiente.

Como una mujer de 21 años llamada Heidi Krieger, Andreas Krieger le dijo al tribunal haber competido en shut put para el equipo olímpico de la República Democrática Alemana. Capaz de levantar 260 kilogramos (573 libras), recordó que en cierta ocasión le dio un puñetazo a un boxeador que lo había irritado. "Arnold Schwarzenegger era un infeliz " en comparación conmigo," dijo Krieger. Pero, con el tiempo, la fuerza de Heidi llegó a ser una debilidad. "Ya no era Heidi Krieger," testimonió el antiguo campeón de shot put una tarde de mayo. "Yo no sabía que era. ... Las píldoras aceleraron cualquier tendencia transexual que pudiera haber tenido. Ya no podía identificarme con mi cuerpo, y eso me llevó a someterme a un cambio de sexo en 1997."

Desde hace dos meses, los martes y los viernes, los deformados productos femeninos de la máquinaria deportiva de Alemania oriental -- 142 demandantes en total -- ha estado acudiendo a este sala de un tribunal de Berlín a ofrecerle el público alemán una horrible visión de lo que producía aquella maquinaria. Muchas de las mujeres se han referido a su  excesivo vello corporal; 40 desarrollaron voces más profundas; 15 tuvieron problemas ginecológicos, inclusive esterilidad o abortos prematuros; y los senos de seis de ellas desaparecieron. Algunos dieron a luz a niños con diversos defectos, como pies deformados. Todo dijeron haber querido saber más sobre las “vitaminas” que les daban en forma de inyecciones o de pequeñas píldoras azules. Ahora saben que esas "vitaminas," eran esteroides.

Como dijo una vez Wolf Biermann, el Bob Dylan de Alemania, el programa olímpico de la Alemania del este era "un experimento animal en gran escala realizado en seres humanos." "No hay un solo día sin dolor," testimonío la antigua lanzadora de disco Brigitte Michel. "Parecíamos hombres y hablabamos como hombres," le dijo al tribunal la campeona de shot put Simone Machalett. La que fuera campeona mundial de natación Carola Beraktschjan afirmó: "Es aterrador lo que hicieron con nosotros. ... Yo tomaba hasta treinta píldoras diarias. Siempre nos dijeron que eran vitaminas. Nadie dudaba que había que tomarlas. Había que seguir los reglamentos. ... Éramos vehículos escogidos para demostrar que el socialismo era mejor que el capitalismo. Lo que le sucediera a nuestros cuerpos era enteramente secundario a ese objetivo político dirigido por Ewald."

Manfred Ewald aprendió temprano sobre el fanatismo político, primero como miembro de la Juventud Hitleriana y luego como miembro del partido nazi. Llegó a ser un miembro del Comité Central del Partido Comunista de la Alemania oriental en 1963, se hizo cargo del programa olímpico nacional al año siguiente y concibió y supervisó el programa nacional de dopaje que prosperó en los años 70 y 80. Un cercano asociado del líder de la República Democrática Alemana Erich Honecker, Ewald veía su máquinaria deportiva como un vehículo para convencer el mundo de la grandeza de la Alemania oriental. Durante los 27 años dirigió su programa deportivo. La RDA, un país de apenas 17 millones de habitantes, ganó una increíble cifras de 160 medallas de oro. Consiguió unas asombrosas 40 sólo en los Juegos de Montreal de 1976, el doble de su total de cuatro años antes. Esto llevó a que la nadadora americano Shirley Babashoff comentara con el entrenador alemán sobre las profundas voces de sus nadadoras. La famosa respuesta del entrenador fue, "hemos venido a nadar, no a cantar."

Cuando se abrieron los archivos de la Stasi tras la caída del Muro de Berlín se confirmaron las peores sospechas de Babashoff. En el caso contra Ewald y Hoppner -- que, dado el estatuto de limitaciones, es probablemente uno de los últimos de abusos de derechos humanos expuestos en los archivos -- los dos hombres son acusados de dar esteroides a chicas de hasta once años. Los acusadores dicen que Ewald criticaba a los científicos por "cobardía" cuando se preocupaban por los potenciales efectos secundarios de las drogas. Presuntamente, Ewald le dijo a centenares de personas que trabajaban para él que "todo estaba permitido" para mejorar el desempeño.

Lo que está en juicio aquí, tanto como Ewald mismo -- que, de ser hallado culpable, podría encarar hasta ocho años de prisión -- es ese tipo de mentalidad. Mientras que las personas decentes condenan lo que hizo, su influencia sigue siendo poderosa, y no sólo en la vieja  RDA. Los discípulos de Ewald, lo sepan o no, incluyen a una gran porción de los mejores atletas del mundo.

Apenas este mes, el Dr. Vadea Exum, el funcionario oficial de Estados Unidos responsable de las pruebas de dopaje, renunció en protesta, alegando que la Comisión Olímpica de Estados Unidos, en los trabajos vinculados a los Juegos de Sidney, estaba “alentando deliberadamente el dopaje de atletas sin considerar las consecuencias para su salud”. Aún el muy admirado Mark McGwire, el slugger de los Cardinales de San Louis, es un poco discípulo de Ewald: la androstenediona, el estimulante de testosterona que estuvo tomando el año que rompió el rrecord de jonrones de Roger Maris (desde entonces ha dejado de tomarlo), había sido aislado por primera vez en los años 30 por científicos europeos. Pero hizo falta la maquinaria deportiva de Ewald para poner "Andro" en el mapa, desarrollándolo a fines de los años 80 como una droga llamada “de puente” para poder empatarse con los atletas de la Alemania del este cuando tuvieron que dejar de tomar esteroides antes de ser examinados para las competencias.

"No es importante que usted pueda decir Ewald o Hoppner tienen que ir a la cárcel durante o mes o lo que sea," dijo Michel. "Lo que es importante es que haya un proceso que haga público todo esto. Para mí esto es muy personal. Es importante enseñarla a la gente cómo pensar acerca de los esteroides y sus peligros. En todos los deportes hacen falta fuerza y energía. Pero los esteroides son una bomba de tiempo. Siempre son peligrosos. Yo le diría a los atletas de todo el mundo, “manténganse sin esteroides.' Espero que presten atención."

STEVE KETTMANN es coautor de Pensando Hacia Delante: La Historia de Igor Larionov, una autobiografía de la estrella rusa del hockey sobre hielo.

Recientemente: Phillip Whitten reportó sobre atletas chinos que aceptan el dopaje. Steve Kettmann escribió para TNR sobre los atletas que habían confesado sobre su dopaje.