Charles Krauthammer
En la actualidad, Gaza no está gobernada por un partido político
convencional sino por un movimiento revolucionario, islámico y
terrorista. Peor todavía, Hamas es un cliente de Irán Actualmente,
Gaza constituye el extremo del archipiélago de los satélites de Irán:
Hamas en Palestina, Hezbolá en el Líbano, el ejército Mahdi (entre
otros) en Irak y el régimen alawita en Siria.
Esta mini-réplica islámica del Comintern está en guerra no sólo con
Israel sino con los estados árabes moderados que finalmente tomaron
consciencia de esta amenaza el pasado verano cuando denunciaron a
Hezbolá por haber provocado la guerra del Líbano con Israel. La caída
de Gaza es particularmente amenazante para Egipto porque Hamas está
estrechamente vinculada con la Hermandad Musulmana, la principal
amenaza islámica al régimen secular-nacionalista que ha gobernado
Egipto desde la revolución de 1952. Esta es la razón por la que Egipto
acaba de invitar a dirigentes de Israel, Jordania y palestinos
moderados a una cumbre, excluyendo a Hamas.
La división de Palestina en dos entidades aclara las cosas. Desde que
Hamas ganara las elecciones parlamentarias en enero del 2006, hemos
tenido que lidiar con la ficción de una Palestina supuestamente
unificada y gobernada por un supuesto gobierno de “unidad” entre Fatah
y Hamas. Ahora esa confusión se ha clarificado separando dos elementos
relativamente puros: una Gaza gobernada por Hamas una Margen
Occidental gobernada (hasta ahora) por Fatah.
Las implicaciones políticas son obvias. No hay nada que hacer con esa
entidad auto-proclamada como fundamentalista islámica salvo aislarla.
Ningún reconocimiento, ninguna ayuda (salvo la humanitaria a través de
Naciones Unidas), ningún intercambio diplomático.
Ahora Israel tiene la oportunidad de establecer represalias contra las
ataques coheteriles desde Gaza contra las aldeas israelíes. Israel no
lo hizo tras su evacuación de Gaza en el 2005, permitiendo el
desarrollo de un insólito parasitismo al proporcionar alimentos,
agua, electricidad y gasolina a un territorio que estaba en una guerra
activa contra ella.
Ahora que Hamas gobierna, Israel debería declarar que no va a tolerar
más ataques coheteriles y que va a responder al próximo Quassam con el
cese de los suministros de gasolina. Esto debería paralizar el tráfico
en gaza en unos pocos días y dificultar el traslado de misiles y
lanzacohetes.
Si eso no resulta suficientemente convincente, el próximo paso debe
ser cortar la electricidad. Y cuando el mundo proteste, Israel debe de
preguntar qué otro país del mundo tiene la obligación de abastecer al
enemigo que lo está atacando.
En relación con la Margen Occidental, tiene que haber la misma
claridad. El presidente de la Autoridad Palestina representa la
moderación y se le debe de ayudar en lo que trata de demostrar
autoridad y éxito en el gobierno de su parte de Palestina.
Pero recordemos quien es Abbas. Parece bien intencionado pero padece
de una gravísima debilidad. Es muy poco lo que controla. Sus tropas en
Gaza simplemente se colapsaron contra las fuerzas de Hamas, mucho más
pequeñas. Su autoridad en la Margen Occidental no es universal. Ni
siquiera controla las diversas facciones de Fatah.
Pero lo peor es su carácter. Es débil e indeciso. Es conocido que
cuando era el segundo de Yasser Arafat y éste lo abofeteaba
simplemente desaparecía durante semanas. Durante la batalla de Gaza,
no permitió que las fuerzas de Fatah retornaran el fuego de Hamas
hasta que la lucha no estuviera perdida. Recuerden también que, tras
la muerte de Arafat, Abbas dirigió la Autoridad Palestina sin la
presencia de Hamas durante más de un año. ¿Alguien puede recordar un
solo logro en ese tiempo?
No sólo eso. El partido Fatah está totalmente desacreditado. El
historiador Michael Oren ha señalado que la Autoridad Palestina a
recibido más dinero per cápita que toda Europa bajo el Plan Marshall.
Esta increíble generosidad se ha convertido en suntuosas villas para
los jefes del partido y en armas para las múltiples milicias de Arafat.
Occidente está corriendo para ayudar a Abbas. Israel va a liberar
cientos de millones en fondos de impuestos. Estados Unidos y la Unión
Europea van a dar ayuda. Todos elogian a Abbas como una mezcla de
Anwar Sadat y Simón Bolívar. Bien. No queda más remedio que apoyarlo.
Pero antes de darle toda esa ayuda deberíamos de insistir en algunas
mínimas pruebas de moderación y buen gobierno: lo que no hicimos
durante el proceso de Oslo. Abbas tiene que demostrar su capacidad
para dirigir un gobierno honesto y hacer las negociaciones con Israel
que permitan mejorar las condiciones de vida en el área.
Abbas no es Hamas. Pero pese a las ventajas geográficas, tampoco es
ningún Mesías. Solo podemos ayudarlo en alguna medida. El único que
puede conseguir un triunfo en la Margen Occidental es el mismo Abbas.
Esta es su oportunidad. Su última oportunidad. |