En defensa del neoliberalismo

 

La biotecnología y su insólito aliado

 

The Wall Steet Journal
Edición del 12 de julio
(Vea nota sobre este editorial del WSJ)


Bill Gates y su fundación quiere intensificar la guerra contra la malaria, ese eterno azote de las naciones menos desarrolladas. Es una iniciativa digna de aplauso.  La enfermedad, transmitida por el mosquito, cuesta un millón de vidas todos los años, en su mayoría niños y mujeres embarazadas. Esperamos que la Fundación Gates muestre tanto coraje como lo demostró esta semana Naciones Unidas al denunciar la tecnofobia que está impidiendo que los frutos del Primer Mundo lleguen a las naciones en vías de desarrollo.

Nada menos que la ONU ha levantado su voz para protestar contra la histeria de  los ecologistas radicales. Ha dicho que el mundo en desarrollo no puede permitirse el lujo de seguirle la corriente a los estúpidos temores sobre los alimentos genéticamente modificados.

Esta semana acaba de aparecer un informe de Naciones Unidas titulado “Haciendo Trabajar las Nuevas Tecnologías para el Desarrollo Humano,” en el que se plantea que los grupos ecologistas occidentales están obstaculizando los esfuerzos para afrontar el problema del hambre en el Tercer Mundo al bloquear la producción de alimentos genéticamente modificados.

“El mundo en desarrollo necesita estas tecnologías tan pronto como sea posible, y los países europeos y los activistas verdes están demorándolo todo,” le dijo a los periodistas Sakiko Fukuda-Parr, el principal autor del informe. Fakuda-Parr retó a los opositores de la biotecnología a que produzcan pruebas de que los alimentos genéticamente modificados amenazan el medio ambiente o la salud pública. “Lo primero que hay que recordar”, dice, “es que las pruebas científicas de que se produzca algún año a la salud o al medio ambiente son sumamente limitadas y sumamente débiles.”

Mark Malloch Brown del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas, que produjo la encuentas, insiste en la necesidad de sembrar cosechas claves genéticamente modificadas – arroz, millo, yuca - en todo el mundo subdesarrollado para evitar la malnutrición de más de 800 millones de personas. “Estas variedades tiene 50% mayor rendimiento, maduran con entre 30 y 50 días días más temprano, son substancialmente más ricas en proteínas, son mucho más resistentes a las enfermedades y la sequía, son resistentes a las plagas e, inclusive, pueden competir exitosamente con las malas hierbas,” dice Malloch Brown. “Esta iniciativa muestra el enorme potencial de la biotecnología para mejorar la seguridad alimentaria de Africa, Asia y América Latina.”

Y en un insólito despliegue de incorrección política, el informe de Naciones Unidas inclusive se burla de la sacrosanta prohibición del DDT. Bill Gates debería de leer este informe.

Irónicamente, fue hace 60 años que otra famosa fortuna, la Fundación Rockefeller, volvió su atención hacia la erradicación de la malaria, usando el pesticida sintético más poderoso quese hubiera inventado nunca: el DDT. Los resultados fueron prodigiosos como explica el periodista Malcolm Gladwell en el número del 2 de julio de The New Yorker.

Aunque en la actualidad sólo las naciones tropicales pobres luchan contra la malaria, la malaria azotaba duramente América del Sur, Europa y Asia en los años 30. Para 1965, la malaria había sido erradicada del mundo desarrollado, de Taiwán, de la mayor parte del Caribe, de los Balcanes, partes de Africa del norte y el norte de Australia así como de gran parte del Pacífico del sur.

Entonces apareció la naturalista americana Rachel Carson y su influyente libro “La Primavera silenciosa.” Los apocalípticos pronósticos de Carson sobre los daños ecológicos al planeta resultaron totalmente infundados, por supuesto, pero eso no ha impedido que los occidentales que comparten su sensibilidad  hayan restringido y prácticamente hecho desaparecer el uso del DDT. Hoy, sólo dos países, China y la India, fabrican la substancia, y las aproximadamente 30 naciones que todavía la usan están siendo presionados para que renucien al mismo.

Mientras tanto, la malaria está en ascenso. El año pasado afligió más de 300 millones de personas. Otros pesticidas pueden ser efectivos, dice Roger Bate, de Africa Lucha Contra la Malaria, en National Review, “pero son, por lo menos, el doble y, a veces, hasta veinte veces más caros,  y ninguno es tan efectivo como repelente.”  La ONU le echa la culpa del resurgimiento de la enfermedad a los esfuerzos encabezados por países occidentales. De la misma forma, observa “el actual debate sobre las cosechas genéticamente modificadas en Europa y Estados Unidos ignora las preocupaciones y necesidades del Tercer Mundo.”

Substituya en el párrafo anterior “cosechas genéticamente modificadas” por “calentamiento global” y habrá sintetizado toda una agenda para el mundo en desarrollo. 

Traducido por AR