De Berlín a Los Andes: nace el Muro Antiglobalización Federico Jiménez Losantos Bolivia ha sido víctima de un golpe de Estado de extrema izquierda, conducido por el partido socialista e indigenista MAS, dirigido por Evo Morales, con el respaldo de la COB –Central Obrera Boliviana, igualmente izquierdista- y otros grupos indigenistas. Mediante la violencia callejera orquestada supuestamente contra la exportación de gas a los USA y tras el ensayo general que supuso la campaña contra la privatización de la gestión del agua, la extrema izquierda que no pudo ganar las elecciones a Sánchez Lozada ha forzado la renuncia y huída de éste, la improvisada asunción del cargo por el vicepresidente Masa y, salvo una enérgica gestión por parte de este periodista metido a político, la clara deriva del régimen boliviano hacia una dictadura izquierdista vagamente plebiscitaria, como la de Chavez en Venezuela o la de Romero en Ecuador. En Perú aguarda las elecciones dentro de unos meses una pareja temible: el ex-presidente cleptócrata Alan García y el general Ollanta Humala, perteneciente a la misma especie de gorilas rojos verbosos que hace furor en el continente. En Brasil, Lula. En Argentina, Kirchner. Ni en sus más enfebrecidas ensoñaciones podría haber imaginado Fidel Castro un panorama tan favorable en el continente suramericano. El Muro de Berlín cayó, pero los Andes van camino de convertirse en una especie de inmenso Muro Antiglobalización donde todas las libertades tropiecen, todas las prosperidades naufraguen y todas las demagogias triunfen. Desde la expansión guerrillera y prosoviética de los años setenta no se cernía un panorama tan pavoroso sobre tantos países cuya relación con España va más allá de la Historia, no en balde compartimos, además de una lengua y una cultura comunes, centenares de miles, si no millones, de inmigrantes ecuatorianos, peruanos, colombianos, venezolanos y, a partir de ahora, bolivianos. Eso, aparte de las enormes inversiones de empresas españolas a las que tachan de esquilmadoras por confiar en el futuro y la legalidad de esos países. El discurso político que alfombra esta llegada masiva de las dictaduras de izquierdas, mitad por las urnas, mitad por la violencia, es el del odio a los USA, culpable de todos los males, y la demagogia antiglobalización, un discurso de negación estúpida de las posibilidades de progreso que las nuevas tecnologías de la comunicación ofrecen a cualquier pueblo atrasado y que parece defender pomposamente cosas muy serias: la naturaleza, los indígenas, los recursos naturales, la soberanía popular... En la práctica, es el mismo discurso demagógico que llevó a países como México y Venezuela a dilapidar el recurso del petróleo estatalizándolo y arruinándose por varias generaciones. Bolivia lleva el mismo camino con el gas: pudo ser su fortuna y va camino de ser su tumba. Pero como sucedió con la extrema izquierda nacida de Mayo del 68 y que dio un gran impulso a las guerrillas comunistas de los 70, los movimientos antiglobalización que marcaron el cambio de siglo y de milenio han alentado un milenarismo colectivista en todo el mundo que en Europa ha fracasado pero que en Iberoamérica ha permitido una alianza del izquierdismo estúpido y el militarismo violento que está haciendo estragos. Tirofijo y Chávez, con Castro al fondo, comparten el culto de esta inmensa tribu liberticida que cultiva fervorosamente la mitología antiglobalización, el socialismo nacionalista y el odio patológico a los USA, un modelo antiliberal y antidemocrático que no sepultará en la miseria a Iberoamérica pero la hundirá todavía más. Qué destino.
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