Quizás la mejor forma de comprender la política exterior siria – especialmente en el Irak y en el Líbano de hoy - es como una expresión de la profunda ansiedad del régimen ante su propia falta de credibilidad nacional. El principal tabú del discurso político sirio es el tema de las minorías. Al igual que Irak, anteriormente dominado por los sunitas, la dirección siria está constituida por una minoría, los alawitas o nusairitas, partidarios de una variante ligeramente gnóstica del Islam chiíta (*). En Siria, la mayoría es sunita pero, hasta la fecha, muchos están tan preocupados con la "heroica resistencia" a la ocupación en Irak que ni siquiera han notado lo mucho que pudieran ayudarlos unas elecciones libres. La idea de que los sunitas de Siria pudieran comprenderlo dentro de poco horroriza al régimen alawita, por lo menos tanto como la amenaza de un ataque con misiles. "La perspectiva de que los sunitas lleguen al poder en Siria es un problema que nadie quiere ni siquiera mencionar, ’’ dijo Joshua Landism un profesor de la Universidad de Oklahoma que vive en Damasco gracias a una beca Fullbright. “Por una parte, está el hecho de que las minorías han sido tradicionalmente oprimidas en la región; por la otra, está el hecho de que las minorías han detentado el poder en Siria desde hace más de 40 años. Los alawitas se las han ingeniado desnaturalizando la esencia del nacionalismo árabe y usándolo como una cobertura”. Esto es, mediante poses ideológicas, prestidigitación política y hasta matrimonio (la esposa de Bashar es una sunita), los alawitas, que son poco más del 10 por ciento de la población, se han camuflado para aparentar que son la mayoría en Siria. Esto no sólo los ha ayudado a consolidar su poder y establecer sus propias credenciales regionales, sino que es una táctica de auto-preservación. En un documento (puesto en el website de Landis, Syria Comment,) escrito poco antes del final de mandato francés sobre Siria en 1943, un notable alawita le pidió a las autoridades francesas que alinearan las áreas alawitas con el Líbano, no con Siria: Los alawitas rehúsan ser anexados a la Siria musulmana porque, en Siria, la religión oficial del estado es el Islam y, según el Islam, los alawitas son considerados infieles…. El espíritu de odio y fanatismo empotrado en los corazones de los musulmanes árabes contra todo lo que no sea musulmán ha sido perpetuamente alimentado por la religión islámica. No hay ninguna esperanza de que esa situación vaya a cambiar. Por consiguiente, la abolición del mandato expondrá a las minorías en Siria a los peligros de la muerte y la aniquilación. El autor de esta carta era Sulayman al-Assad, cuyas observaciones tiene que estar muy presentes para su nieto, el actual presidente de Siria. Merece la pena observar entonces que la administración de Bush y el régimen alawita concuerdan esencialmente en el problema de Medio Oriente Árabe no es el fundamentalismo islámico per se, sino el radicalismo árabe sunita, ya sea con características islámicas o nacionalistas. Los baasitas iraquíes que dirigen la insurgencia desde Damasco son un gran dolor de cabeza para la Casa Blanca pero también son potencialmente desastrosos para Assad. Para Washington, la incapacidad de Assad para reprimir a los iraquíes demuestra la inmadurez de un político que no comprende que las reglas regionales del juego han cambiado. Eso es cierto pero también hay que reconocer que lo que el presidente sirio ve en los antiguos colegas de Saddam Hussein no es un grupo de compañeros sino una elite árabe sunita enfurecida por su pérdida del poder en Irak y potencialmente movilizada por la posibilidad de tomar el poder en Siria, inclusive mediante elecciones libres. Si Irak ha aparecido al borde de la guerra civil, Assad comprende que Siria pudiera correr la misma suerte. Al permitir que los sunitas luchan en el país de al lado, está previniendo una guerra civil que Siria no puede ganar. En cierto sentido, la insurgencia iraquí es un debate ideologico por otros medios. Washington piensa que el Medio Oriente está listo para la democracia y el pluralismo, mientras que Siria, como dice Landis, "cree que la región está demasiado dividida y es demasiado sectaria." Assad ha apostado a que Estados Unidos no tendrá otra opción que comprender la realidad del Medio Oriente y engavetar ideas peligrosas como la democracia. Sin embargo, Assad puede haber ido demasiado lejos en el Líbano. Allí, fuentes locales han reportado que los sunitas están nerviosos e irritados, suponiendo que el asesinato de Hariri, el sunita más poderoso del país, era un mensaje dirigido específicamente para ellos. "En el Líbano, el régimen tolera más de los cristianos y de los drusos que otros musulmanes," dice Hassan Mneimneh, un natural del Beirut y director de la Irak Memory Foundation, radicada en Washington. "Y los sunitas está en el fondo del barril. Las oposición de los sunitas estremece los fundamentos del régimen de Assad puesto que capaz de generar simpatía en todo el mundo árabe." Washington debía estar leyendo estas señales. La parte difícil es cómo rechazar a Siria sin añadir prestigio al atractivo nacionalista alawita. En este momento, lo que más temen es verse aislados en una región donde tienen poca base religiosa. La administración de Bush tiene razón: la democracia está cambiando las reglas de la región y, más tarde o más temprano, Siria tendrá que afrontar el problema de las minorías democráticamente. Pero eso no va a pasar bajo el actual régimen de Damasco. Para muchos sirios, el asesinato de Hariri ha sido casi tan devastador como lo ha sido para los libaneses. Si pensaban que la mafia de Bashar al-Assad era capaz de reforma, ahora se dan cuenta de que se han estado engañando a si mismos. Lee Smith (lhs462@hotmail.com) estáescribiendo un libro sobre la cultura árabe. (*) También conocidos como nusairitas, son una comunidad étnico-religiosa de lengua árabe que también vive en la provincia siria de Latakiah y en un distrito aledaño del norte del Líbano y el sur de Turquía. En años recientes, los alawitas se han mudado a las grandes ciudades de Siria. Un pequeño número todavía sobrevive en Wadi al-Taym al sur del Monte Hermon. Son 2.2 millones de personas en todo el mundo, de las cuales 1.6 millones viven en Siria donde constituyen 13% de la población y son el mayor de los grupos minoritarios. El segundo mayor grupo es el del sur de Turquía (0.5 millones), donde son conocidos como Alevis – un nombre genérico turco para todos los grupos extremistas chiitas. Su religión es secreta y parece ser una mezcla sincrética de elementos extremistas chiitas (Ghulat) paganos, gnósticos y cristianos. Algunas veces son clasificados como una rama del chiismo pero, en realidad, son una religión independiente. No siguen los cinco pilares del Islam, y no tienen mezquitas sino que se reúnen en casas privadas para sus ceremonias religiosas. Sus festivales incluyen días sagrados de persas y cristianos. Tienen una ceremonia parecida a la misa cristiana y creen en una manifestación trinitaria de Dios. Los alawitas son un pueblo tribal (dividido en cuatro tribus principales) con una sociedad cerrada. Se ve como un pueblo perseguido y despreciado, que en realidad es el pueblo escogido de Dios, los únicos que han visto la luz en un mundo tinieblas. Su peor enemigo ha sido la mayoría sunita que los oprimió y persiguió cruelmente durante siglos porque eran considerados como heréticos y paganos. Las historias de sus sufrimientos son trasmitidas generación tras generación creando un odio latente contra los sunitas. Durante siglos fueron mantenidos en las márgenes de la sociedad siria en un estado de gran pobreza que obligó a algunas familias a vender sus hijas a ricas familias sunitas de las ciudades. Eran fundamentalmente campesinos que cultivaban trigo, tabaco, algodón y vides en las colinas. Los alawitas llegaron al poder en Siria en 1960 tras una serie de trastornos políticos. En 1971 Hafez Assad, un alawita, fue nombrado presidente de Siria y ha estado en el poder desde entonces, dándole a los alawitas más poder del que habían tenido nunca. Gran parte de su política, especialmente su alianza con los chiitas de Irán se pueden comprender a la luz de sus antecedentes alawitas.
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