En defensa del neoliberalismo
 


La crisis del régimen wahabita

 

 

Stephen Schwartz

 

Desde hace mucho tiempo, la mutawiyin o “policía religiosa”  de Arabia Saudita, está acostumbrada a abusar con impunidad de su poder.  Súbitamente, sin embargo, se encuentran a la defensiva. Cada vez más criticada, a principios de este año anunció una “modernización” afirmando que no se iban a hacer registros sin una orden judicial y que se iba a prohibir el uso de la fuerza por violaciones de la moral. En la práctica, sin embargo, nada cambió. Y esta primavera, cuando dos hombres sauditas murieron mientras estaban detenidos, estalló una gran discusión en la prensa saudita. Varios miembros de la mutawiyin fueron llevados a los tribunales y algunos reformistas llamar on a desmantelar la odiada institución.

 

Pero para hacer la historia inteligible, es necesario empezar por el principio: con el carácter único de Arabia Saudita. Además de ser el único del estado del mundo que lleva el nombre de sus gobernantes y de no tener otra constitución que el Corán, es la cuna de la radical forma wahabita del islamismo sunita. El wahabismo, la secta oficial del reino, es una forma relativamente reciente del islamismo y sus instituciones son amorfas y opacas. Dada la falta de transparencia en el reino, esto no debe sorprender a nadie.

 

Pero no hay una institución wahabita más difícil de definir que la Comisión para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio. Fundada alrededor de 1920, cuando el surgimiento del estado saudita, como un instrumento para hacer cumplir la moral colectiva, este cuerpo de por lo menos 10,000 individuos es conocido para los musulmanes como los mutawiyin o los “devotos.” Aunque la prensa occidental los define generalmente como una “policía religiosa,” los mutawiyin tienen poco en común con una policía - no tienen uniforme y no tienen salario – y, en realidad, son más bien una milicia islamofascista, algo parecido a las bandas nazis y comunistas en los países gobernados por sus movimientos. Su misión incluye el adoctrinamiento ideológico en los peligros de “imitar a Occidente” (como ver televisión, por ejemplo) pero su papel fundamental es obligar a cumplir las normas wahabitas de comportamiento en público. Su constante y humillante interferencia en la vida de la gente simple ha provocado un creciente disgusto.

 

Una especie de adjunto a los decenas de miles de clérigos subsidiados por el estado, los mutawiyin son un pilar del wahabismo en el reino. Rondan, día y noche, por las calles de las principales ciudades sauditas. Jeddah, la capital comercial del Mar Rojo, es la notable excepción. Los residentes locales se jactan de haber expulsado a los mutawiyin de la ciudad. En el resto del país, sin embargo, andan detrás de las personas sospechosas de violar el código wahabita de conducta. Si una mujer sale a la calle totalmente cubierta con el vestido conocido abaya pero permite, o no se da cuenta, de que un pliegue del vestido se ha corrido exponiendo parte de la pierna o el rostro, la mutawiyin la insultará o pudiera pegarle. Si sospechan que un hombre y una mujer que no son parientes se están reuniendo en lugares públicos, los patrulleros pueden detenerlos, insultar a la mujer por comportamiento obsceno y golpear al hombre. Si la gente sigue caminando cuando se escucha el llamado a la plegaria y no corren a la mezquita más cercana, los mutawiyin pueden asaltarlos por impiedad. Dada la prohibición islámica sobre la intoxicación, si a la milicia se le informa que en una casa privada se están usando bebidas alcohólicas o drogas, pudieran  asaltar la casa, golpear e inclusive matar a sus habitantes. Si los peregrinos musulmanes violan el concepto wahabita de monoteísmo y rezan en el templo de Mahoma en Medina, es probable que los lleven aparte y los golpeen. Y, si son extranjeros, que los deporten.

 

Hasta ahora, nadie ha hecho responsable nunca a los mutawiyin por sus acciones, frecuentemente drásticas. Están el libertad para asaltar a las personas y luego soltarlas sin que quede constancia del encuentro ni haya habido ningún arresto oficial ni se haga provisión para una futura audiencia o sanción, aunque ofensas consideradas particularmente graves – como un supuesto adulterio – puedan llevar al acusado frente a una corte sharia.

 

Los miembros de la mutawiyin provienen de las escuelas y mezquitas más estrictas del reino. No se les paga pero se les asignan a patrullas regulares. No usan ningún uniforme que los identifique salvo un pañuelo de cuadros rojos en la cabeza. Viajan en carros corrientes. No usan armas de fuegos sino un asaa, una especie de largo palo. Pero tienen oficinas y centros de detención, y el principal clérigo del reino, el gran mufti Abdula al-Sheik y el ministro del Interior, el príncipe Nayef bin Abdul-Azis (famoso por haber dicho que el 9/11 fue obra de Israel) dicen que los mutawiyin tienen el apoyo del estado. La Comisión para la Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio tiene un jefe, Sheik Ibrahim Al-Ghaith.

 

Los mutawiyin se aprovechan del secreto que rodea su funcionamiento y sus tácticas de “sorpresa” los ayudan a mantener una atmósfera de intimidación. Sus defensores alegan que ellos siguen un precedente de la más estricta escuela de saria sunita, identificada con el jurista Ahmad ibn Hanbal, del siglo IX, cuyos seguidores organizaban patrullas “para la prevención del pecado.” Pero ese tipo de patrullas permaneció como un fenómeno marginal en la historia del Islam y fue frecuentemente condenado hasta el surgimiento del estado saudita en el siglo XX.

 Para principios de este año, tras numerosos incidentes reportados por la prensa, las críticas a la policía religiosa eran tan frecuentes que la milicia se abstuvo de su habitual práctica de interrumpir violentamente la Feria Internacional del Libro de Riyadh, que se inauguró en febrero, para buscar literatura prohibida. Muchos sauditas vieron en esto otro pequeño paso positivo por el círculo que rodea al rey Abdula, que está en contradicción con el príncipe Nayef, y que muchos piensan que quiere romper con el pasado.

 

Son obvios los síntomas de una crisis oculta pero cada vez más profunda en el régimen saudita. El estado defiende a la mutawiyin mientras promete cambios, aunque no muchos cambios. La gente se expresa con mayor libertad pero una institución primitiva como la mutawiyin sigue reprimiendo de manera chocante. Se prometen juicios por sus atrocidades pero, bajo la siniestra mirada del príncipe Nayef, nunca llegan a realizarse. Nadie puede predecir el futuro pero si la larga carrera de opresión de la mutawiyin fuera a llegar a su fin, todo el sistema wahabita pudiera empezar a derrumbarse.

 

Tomado del Weekly Standard

Traducido por AR