Robert
Tracinsky Se precisó de cuatro interminables días para que los funcionarios estatales y federales comprendieran cómo luchar contra el desastre en New Orleans. No seré yo quien los culpe porque a mí también me tomó cuatro interminables días para darme cuenta de lo que estaba ocurriendo allí. Y la razón es que los eventos que tuvieron lugar carecen de sentido si usted piensa que confrontábamos un desastre natural. Si estábamos ante un desastre natural, la respuesta de los funcionarios públicos era obvia: usted se ocupa de traer comida, agua y médicos; usted despacha transportes para que evacuen a los refugiados hacia refugios temporales; usted llama a los ingenieros para que contengan la inundación y reconstruyan la infraestructura de la ciudad. Para los periodistas, los desastres naturales también siguen unn patrón conocido: el heroísmo de los individuos comunes que se apoyan unos a otros para sobrevivir; los esfuerzos y la dedicación de médicos, enfermeras y rescatistas; los pasos que se dan para limpiar y recomponer. Los funcionarios públicos no esperan que lo primero que deban hacer es enviar a miles de efectivos militares en vehículos blindados, como si se tratara de combatir una insurgencia enemiga. Y los periodistas –incluyéndome a mí—no esperan que este reportaje no tenga que ver con lluvias, vientos e inundaciones, sino con violaciones, asesinatos y saqueos. Pero este no es un desastre natural. Es uno provocado por el hombre. Ese desastre causado por el hombre no fue la respuesta inadecuada o incompetente de las agencias federales de ayuda, ni fue causado directamente por el huracán Katrine. Y es aquí exactamente donde cada periódico y cada canal de televisión ha reportado la historia equivocada. El desastre provocado por el hombre que estamos presenciando en New Orleand no ha tenido lugar durante los últimos cuatro días. Ha tenido lugar durante las últimas cuatro décadas. El huracán Katrine todo lo que hizo fue exponerlo a los ojos del público. El desastre que ha hecho el hombre es el welfare state. En los últimos días las noticias provenientes de New Orleans me han parecido confusas. La gente no se ha comportado como usted espera que se comporte en una emergencia –más aún, no se ha comportado como se comportó en otras emergencias. Eso es lo chocante para tantas personas: dicen que eso no es lo que se espera de los Estados Unidos. En realidad eso no es lo que se espera ni siquiera de un país del tercer mundo. Enfrentada a un desastre, la gente usualmente es capaz de empinarse. Trabaja coordinadamente con sus semejantes para salvar a los que se encuentran en peligro y espontáneamente se organiza para mantener el orden y resolver las dificultades. Lo anterior es especialmente cierto en los Estados Unidos. Somos un pueblo emprendedor, acostumbrados a depender de nuestra iniciativa antes que sentarnos a esperar que el gobierno venga a cuidarnos. Eso lo he visto cien veces, tanto en ejemplos mínimos (un pueblito cuyo principal semáforo se funde, hace que ciudadanos corrientes aparquen sus autos y se conviertan en improvisados agentes de tráfico, dirigiéndolo en las intersecciones) como en los desastres gigantescos (la respuesta de los neoyorquinos el 11 de septiembre). De manera que ¿qué es lo que explica el caos en New Orleans? Para que usted tenga una idea de la magnitud de lo que está ocurriendo, he aquí una descripción sacada de una historia del Washington Post http://www.washgintontimes.com/national/20050902-122920-2415r.htm : “Víctimas de la tormenta están siendo violadas y apaleadas; menudean las peleas a puñetazos y la policía y los helicópteros de rescate son repetidamente tiroteados. “La demanda del alcalde C. Ray Nagin siguió produciéndose incluso después de que la guardia nacional había llegado para restaurar el orden y poner fin al pillaje, carjackings y tiroteos… “Anoche, la gobernadora Kathleen Babineaux Blanco dijo que 300 guardias nacionales experimentados en Irak habían entrado a New Orleans con órdenes de disparar a matar… “ ´Estas tropas están… bajo mis órdenes para restaurar el orden en las calles´, dijo. ´Están armados con M-16 cargados con munición. Estas tropas saben cómo disparar y matar y están deseosas de hacerlo si resulta necesario, y yo espero que lo hagan´. La referencia a Irak mete miedo. La foto que acompaña el artículo muestra a tropas de la guardia nacional, con sus rifles y sus chalecos blindados, a bordo de un vehículo armado abriéndose paso en una calle atiborrada de desperdicios, y flanqueadas por hileras de individuos abrumados y adocenados, uno de los cuales parece insultarlas. Parece exactamente una escena extraída de Sadr City en Bagdad. ¿Qué exlica que bandas de delincuentes aprovechen un desastre natural como excusa para una orgía de pillaje, robo armado y violaciones? ¿Qué desencadena esos motines salvajes contra los autobuses que vienen precisamente a evacuarlos, obligando a los choferes a dar la vuelta, temerosos de sus vidas? ¿Qué impulsa a la gente a atacar a médicos que todo cuanto intentan es atender a pacientes en el interior del SuperDome? ¿Por qué hay individuos cuya respuesta a la destrucción natural es causar incluso más destrucción? ¿Cómo es que se les ocurre atacar a los que están tratando de ayudarlos? Mi esposa, Sherri, lo comprendió primero, y lo comprendió a nivel sensorial. Mientras mirábamos la cobertura de los eventos en Fox News, me dijo estar experimentando un sentimiento que le resultaba familiar. Ella estudió arquitectura en el Illinois Institute of Chicago, que estaba localizado en el lado sur de la ciudad, a unas manzanas del Robert Taylor Homes, uno de los proyectos de vivienda pública en edificios altos más grandes en los Estados Unidos. “Los Proyectos”, como son conocidos, eran famosos (infamados) por el crimen incontrolado y la irremediable ocupación ilegal que se producía en ellos. Desde entonces, por fortuna, han sido demolidos (ver http://en.wikipedia.org/wiki/robert_taylos_homes). De lo que Sherri se dio cuenta al ver la cobertura de la televisión nocturna fue como una vaharada de recuerdos de lo que era la vida en Los Proyectos. Y entonces esa cinta al pie de la pantalla que no cesa de circular con noticias en la mayoría de los canales ofreció algunas estadísticas que le confirmaron la sensación. El 75% de los residentes de New Orleans ya habían evacuado antes de la llegada del huracán, y la mayor parte de los 300,000 o así que permanecían en la ciudad se domiciliaban en los proyectos de vivienda pública. Entonces Jack Wakeland me proporcionó un dato adicional, vital: los primeros informes de CNN y Fox habían indicado que la ciudad carecía de un plan para evacuar a la totalidad de la población penal, de manera que simplemente les abrieron las rejas a muchos criminales. No cabe duda de que existe un entrelazamiento significativo entre esas dos poblaciones –un gran número de los encarcelados vivíeron previamente en viviendas públicas y viveversa. Mucha buena gente decente inocente quedó atrapada en New Orleans cuando el diluvio se desató, pero quedó atrapada junto a dos grandes grupos de individuos: los criminales y las víctimas del welfare state, personajes seleccionados a través de décadas por su falta de iniciativa y su incapacidad autoinducida. Las víctimas del welfare eran un rebaño de ovejas al que la incompetente administración de New Orleans convirtió en una manada de lobos. Todo lo cual se junta, incidentalmente, con la incompetencia aparente del gobierno de la ciudad, que carecía de un plan para la evacuación completa de la ciudad, sabiendo que se hacía necesaria. Pero en una ciudad corrupta por el welfare state, el trabajo de los funcionarios consiste en asegurar que el flujo de las dádivas a los recipientes no se vea interrumpido y en patrocinar a quienes políticamente los apoyan –no en asegurar una evacuación ordenada y legal en caso de emergencia. Nadie ha reportado esta verdad, hasta donde yo puedo decir. De hecho, algunos ya están distorsionándola empeñosamente, culpando al presidente Bush, por ejemplo, por no obligar en persona al alcalde de New Orleans a que hubiera confeccionado previamente un plan de evacuación total. El peor ejemplo de eso que se pueda imaginar se encuentra en el Toronto Globe and Mail: donde un superceloso atribuye el caos en los Estados Unidos al “individualismo” americano. Pero lo cierto es precisamente lo contrario: la causa del caos fue un sistema que es exactamente lo opuesto al individualismo. Lo que el huracán Katrine puso de manifiesto fue las consecuencias sicológicas del estado de bienestar. Lo que consideramos una conducta “normal” en una emergencia es la conducta normal para la gente que posee valores y asume la responsabilidad de procurarlos y protegerlos. La gente que posee valores responde a un desastre luchando contra él y haciendo todo lo posible para vencer las dificultades que se le oponen. No se sienta a quejarse de que el gobierno no se está ocupando de ella. Ni aprovecha el caos originado por un desastre como la oportunidad de obtener un botín a costa de los demás. ¿Pero qué pasa con los delincuentes y los parásitos del welfare? ¿Se preoupan ellos de poner a salvo sus viviendas y propiedades? No, porque no poseen nada. ¿Se preocupan de lo que va a ser de sus negocios o de cómo se las arreglarán para vivir? Pero si nunca antes esas cosas fueron motivo de preocupación para ellos. ¿Se preocuparán entonces de evitar los crímenes y el saqueo? Pero si el vivir de una riqueza que no les pertenece es el modo de vida que han conocido. El estado de bienestar –y la mentalidad brutal, incivilizada que lo sostiene y estimula—es el desastre de factura humana que explica la fealdad humana que ha barrido New Orleans. Y esa es la historia que nadie está reportando
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