Mary Anastasia O'Grady
El Subsecretario de Estado Robert
Zoellick llegó ayer a Nicaragua con un mensaje áspero para la
dirigencia política. O respetan el proceso democrático o se arriesgan
a ser excluidos en el Acuerdo Centroamericano de Libre Comercio. Sólo
hay un problema con ese ultimátum: lo que el Sr. Zoellick considera
como un castigo, el ávido Daniel Ortega, principal dirigente
sandinista, lo considera un formidable objetivo.
Ortega es la copia centroamericana del venezolano Hugo Chávez, que
cabildeó enérgicamente contra CAFTA, y que aborrece la expansión del
comercio, dirigida por Estados Unidos, en esa región. Durante el
pasado año, el hombre fuerte sandinista ha tratado de copiar el modelo
Chávez de consolidación de poder, adquiriendo el control de las más
importantes instituciones del país. Los orteguistas de línea dura,
usando negociaciones cuestionables, controlan la mitad de los escaños
del Tribunal Supremo, los niveles inferiores del poder judicial y una
mayoría del consejo electoral.
Lo que no se controla de derecho se controla de hecho por “el pacto”:
un acuerdo con su enemigo ideológico, el Partido Liberal
Constitucional (PLC), de centro derecha. Traer el PLC al arreglo fue
fácil – el presidente constitucionalmente electo de Nicaragua, Enrique
Bolaños, metió en la cárcel al dirigente del PLC, Arnoldo Alemán, por
malversación de la Tesorería Nacional, y Ortega ha hecho saber que
tiene las llaves para liberarlo.
En enero, “el pacto” votó por
despojar a Enrique Bolaños de sus poderes. El Presidente ha ignorado
este intento de un golpe de estado constitucional y ha defendido su
cargo. Ahora el Congreso amenaza con encausarlo.
Es improbable que Ortega o sus aliados de la proteccionista y corrupta
derecha cambien su actitud para salvar el acceso de Nicaragua al CAFTA.
Para estos personajes, los incrementos en la libertad económica, la
competencia y el crecimiento son malas noticias. Por otro lado, Alemán
y Ortega son los dos políticos más impopulares del país. Hay figuras
legítimamente democráticas, tanto de la izquierda como de la derecha,
que están desafiando a estos corruptos caudillos. Si los nicaragüenses
se alzan para decir “no más” al “pacto”, todavía se puede salvar la
democracia.
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Tomado del Wall Street Journal
Traducción del Dr. Emilio Adolfo
Rivero