En defensa del neoliberalismo
 

El precio del apaciguamiento
 

 

Oliver North


"¿Dónde está la indignación?" Esas fueron las palabras de uno de los cinco rehenes americanos con los que hablé después de que 15 marinos británicos fueran secuestrados por los Guardias Revolucionarios Islámicos de Irán. Otra anterior víctima iraní preguntó; "¿Es que nadie se da cuenta de que los iraníes van a seguir secuestrando occidentales hasta que no tengan que pagar un precio por eso?". Y un tercer americano que también estuvo preso en Teherán en 1979-80 preguntó: "¿Por qué, después de todos estos años, nadie los ha detenido?"

La respuesta, en una palabra: petróleo.

Ningún líder occidental - ni Tony Blair, ni George W. Bush ni ciertamente ninguno de los líderes de la "Vieja Europa" ni nadie en Naciones Unidas - se atreve a desafiar la cólera de los ayatolaes y la posibilidad de que Irán pueda cerrar 20% del petróleo del mundo. Su simple posibilidad, cuando la última crisis, puso el precio del barril de petróleo por sobre los $66 - un aumento de 7% - en menos de una semana.

Aquí en California, los titulares decían "Crisis estimula temores sobre suministro de petróleo" y los precios de la gasolina llegaron a los $4 el galón antes de que el problema se resolviera.  Los "expertos" - siempre hay expertos - dijeron que si la situación hubiera escalado, el precio del crudo hubiera podido llegar a $100 el barril, empujando el mundo a una depresión.

Los ayatolas deben de estar muertos de risa. Durante casi dos semanas, los fundamentalistas islámicos que dirigen el principal estado terrorista del mundo, volvieron a doblegar a los líderes del mundo civilizado y a forzarlos a turbias negociaciones. Pero los clérigos están confiados de que no habrá consecuencias, todo por el petróleo.

Fuera del petróleo, Irán no tiene fuerza que proyectar, hasta ahora. Su fuerza aérea ni siquiera merece ese nombre. En palabras de un militar americano retirado, Estados Unidos tiene la capacidad "de eliminar toda la Marina iraní en menos de una hora." Pero el mundo toma muy en serio la hueca amenaza del  Ayatola Alí Komeini: "Si los americanos se equivocan con Irán, los embarques de combustible se verán en peligro." ¿Por qué? Porque los mismos Estados Unidos establecieron el estándard de cómo apaciguar a los terroristas durante la primera crisis de rehenes en Irán.

El 19 de enero de 1981, el día antes de cesar en su cargo, Jimmy Carter aceptó las condiciones del llamado Acuerdo de Argel - un acuerdo secreto entre el régimen iraní y el gobierno de EEUUU que le dio a Teherán todo lo que pedía a cambio de la liberación de los 52 americanos que había tenidos secuestrados durante 444 días. Carter estuvo muy activo ese día. Firmó más de 10 órdenes ejecutivas implementando las onerosas estipulaciones del pacto de Argel. Entre ellas: la O.E. 12283, prohibiendo a todas las personas sujetas a las leyes americanas nunca plantear una reclamación contra los iraníes por haber saqueado nuestra embajada o haber tomado rehenes. Era una capitulación total. Y les enseñó a los iraníes una lección de capitulación que nunca han olvidado.

Aunque no lo comparten, los ayatolas de Teherán comprenden el valor que todos los occidentales ponen en la vida humana. Comprenden el poder de las imágenes en nuestra prensa, y su disposición a mostrar a nuestros ciudadanos en situaciones de peligro. Y saben que haremos prácticamente cualquier cosa por salvar a nuestros compatriotas. Lo sé por experiencia.

Igualmente importante, los radicales islámicos que dirigen Irán acaban de reafirmar que basta amenazar a la economía mundial con el abastecimiento de petróleo para poder actuar con absoluta impunidad. Utilizan su propio petróleo - alrededor de 2,500 millones de barriles diarios - para financiar su apocalíptico programa de armas nucleares. Están seguros de que nadie tomará medidas contra ellos porque los gobiernos occidentales le tienen miedo a cualquier acción disruptiva del suministro del petróleo.

Las especulaciones sobre por qué los iraníes precipitaron el último incidente son irrelevantes. La verdad es que toman rehenes porque pueden hacerlo y porque ha demostrado ser exitoso para conseguir sus objetivos.

Ahora, después del incidente, vienen los habituales llamamientos a tomar medidas contra la corrupta y brutal teocracia que gobierna Irán. Aunque la ayuda encubierta a los enemigos del régimen debería estar en primer lugar, los líderes occidentales se van a transar por más negociaciones, ignorando que la diplomacia siempre es inefectiva cuando no está respaldada por la fuerza.

Los iraníes han aprendido mucho de nuestra inacción y de nuestro apaciguamiento. Pero no debían de ser los únicos en aprender algo de esta última toma de rehenes.

Entre 1942 y 1945, Estados Unidos lanzó el Proyecto Manhattan para construir una bomba atómica que permitiera acabar la II Guerra Mundial. En aquella época, fue el mayor y más costoso proyecto científico y de ingeniería que se hubiera emprendido nunca. Terminar con la política estatal iraní de tomar rehenes exige que nos liberemos de nuestra dependencia del petróleo. Hace falta un Proyecto Maniatan para desarrollar una fuente de energía alternativa que vuelva innecesario el apaciguamiento de los fundamentalistas islámicos.
 

==============================================================
Tomado de Townhall
Traducido por AR

==============================================================