Michael Medved.
Los primeros debates presidenciales televisados nacionalmente para ambos,
demócratas y republicanos, resaltaron una distinción esclarecedora entre los
campos de candidatos de cada uno de los dos partidos.
Mientras que observadores superficiales pudieran concentrarse en la mayor
diversidad de los contendientes demócratas (con una mujer, un negro, y un
latino entre ellos), los ocho demócratas y diez republicanos mostraron un
dominio similarmente desproporcionado de hombres blancos, de traje oscuro
y mediana edad con un único cascarrabias de setenta y tantos (John McCain
por los republicanos, Mike Gravel por los demócratas) ofreciendo algún
condimento de pugnacidad. .
La brecha más significativa entre los demócratas de un lado y los
Republicanos de otro se referían realmente a la naturaleza de su experiencia
política, no a su etnia ni a su edad. Los ocho contendientes demócratas han
servido en el Congreso estadounidense y un asombroso seis de los ocho son
actuales o antiguos miembros del Senado. Sólo uno de los demócratas, (el
gobernador Bill Richardson, de Nuevo México) ha tenido un cargo
administrativo importante, aunque hace unos treinta años el congresista
Dennis Kucinich ejerció dos desastrosos años como alcalde de Cleveland.
Del lado republicano, en agudo contraste , cuatro de los candidatos (Romney,
Jim Gilmore, Tommy Thompson, Mike Huckabee), han servido como gobernadores y
el que tiene ventaja, Rudy Giuliani, ganó su reputación como alcalde de la
ciudad más grande de la nación. Mientras que todos los candidatos demócratas
alardearon de experiencia congresional, sólo la mitad de los contendientes
republicanos ha servido alguna vez en cualquiera de las cámaras del
Congreso.
Estas diferencias en antecedentes reflejan mucho más que una curiosa
coincidencia: realmente iluminan algunas de las más profundas diferencia en
la forma en que los partidos ven el propósito y la naturaleza de la
política.
En todas las elecciones de los últmos veinticuatro años, los candidatos
presidenciales y vicepresidenciales del Partido Republicano atribuyeron
consistentemente un mayor mérito en la experiencia administrativa. Entre los
doce nominados para los dos más altos cargos en ese período (desde 1984),
siete habían servido previamente como gobernadores o jefes de departamento a
nivel de gabinete; por los demócratas, la cifra correspondiente era de tres
entre doce (con nueve candidatos provenientes del Congreso).
Estas selecciones reflejan un importante contraste en la filosofía de
gobierno de los dos grandes partidos. Los republicanos prefieren
gobernadores y miembros de gabinete porque ven el trabajo de presidente como
principalmente administrativo: para responder a crisis, domesticar (e,
idealmente, recortar) la burocracia federal y, generalmente, dirigir el
gobierno con eficacia suficiente como para que no interfiera indebidamente
con los importantes asuntos de la vida familiar y comercial. A causa del
tradicional énfasis republicano en la administración eficiente, sólo fue por
claros indicios de incompetencia en afrontar el huracán Katrina y la guerra
de Iraq que algunos leales partidarios republicanos del presidente Bush
comenzaron a separarse de él.
Los demócratas, en contraste, ven el gobierno como un poderoso agente de
cambio, no como una amenaza a la privacidad o a la prosperidad. Prefieren
postular a legisladores actuales o pasados, porque el Congreso se mantiene
como la rama del gobierno que hace las leyes y por lo tanto altera la
realidad. Los demócratas se unen a presidentes y candidatos que prometen
programas ambiciosos (el New Deal, la Nueva Frontera, el Puente al Siglo XXI)
que enfrentan los problemas con iniciativas gubernamentales, mientras que
los del Partido Republicano anhelan un eficiente administrador que mantenga
a la nació sana y salva, a la vez que impida que el gobierno se inmiscuya
demasiado en nuestras vidas.
Los demócratas igualmente mantienen una visión más benigna de Washington,
D.C. que la que tienen los republicanos, por lo que prefieren unirse a
políticos que han hecho toda su carrera en la capital de la nación. Los
candidatos en el reciente debate demócrata en Carolina del Sur representaron
una combinación total de más de 150 añosde experiencia congresional.
Los republicanos, por su parte, miran con suspicacia el poder federal y a
menudo acuden a gente de afuera que formaron sus habilidades de dirigente en
capitales estatales como Sacramento, o Austin, y vienen a Washington con más
intención de limpiarlo que de lanzar nuevos programas. Los conservadores
pueden el gobierno como un mal necesario, pero tienden a ver los gobiernos
locales y estatales como más necesarios y menos malos que la burocracia
federal. Muchos republicanos quieren eliminar departamentos como el de
Educación, no porque no apoyen la educación pública, sino porque la quieren
ver controlada, financiada y operada a nivel local y estatal.
En la próxima elección, los dos partidos probablemente seleccionen
candidatos que refuercen sus identidades respectivas como El Partido del
Senador vs El Partido del Gobernador. Casi seguramente, los demócratas
selecccionarán a un legislador para que encabece la boleta (Clinton, Obama,
o Edwards), mientras que los republicanos se volverán hacia un administrador
(Giuliani o Romney)--- aunque McCain se mantiene como una posibilidad a
pesar de sus antecedentes exclusivamente congresionales.
El pueblo, finalmente, hará su selección basado en los factores usuales de
personalidad y promesas, pero también reflexionará u poco sobre lo que
quieren del próximo presidente. Si se siente básicamente optimista y
quieren un gobierno federal que sea mejor dirigido, pero no fundamentalmente
diferente o mayor, se volverá hacia el Partido del Gobernador. Si, por el
contrario, está convencido de que se encuentra en peligro personal,
amenazado por fuerzas económicas e internacionales fuera de control que
requieren iniciativas gubernamentales agresivas, probablemente escoja al
Partido del Senador.
Estos enfoques contrastantes están inscritos en el ADN de los dos partidos y
determinan, en gran medida, las selecciones de sus candidatos.
Michael Medved es crítico cinematográfico, autor de libros exitosos y
anfitrión de programas radiales de difusión nacional.
Tomado de Townhall.
Traducido por el Dr. E.A. Rivero