Mary Anastasia O’Grady
Los demócratas del
Congreso, decididos a anular el Acuerdo de Libre Comercio entre
Estados Unidos y Colombia, alegan que ese país suramericano,
desgarrado por el terrorismo, no protege adecuadamente los derechos
humanos y por tanto no merece el status de ALC (FTA, Acuerdo de
Libre Comercio). En el libro de los demócratas, la forma de hacer
más justa a Colombia es negándole la oportunidad de profundizar sus
relaciones comerciales con Estados Unidos.
Es un pensamiento
curioso y aún más viniendo de un partido que simultáneamente arguye
que Estados Unidos debe levantar el embargo comercial a la dictadura
cubana, como medio de ayudar al pueblo cubano. Dado el historial
deprimente de Cuba en derechos humanos y el duro trabajo hecho por
Colombia para defender la vida humana en los últimos seis años, es
difícil cuadrar ese círculo.
Los liberales clásicos
alegarían que el comercio abierto con todos los países es un derecho
individual. Los partidarios de los derechos humanos pudieran objetar
que hacer negocios con una dictadura sostiene al tirano. Los
aislacionistas quisieran excluirlos a todos. Pero es difícil
entender un sistema racional que apoye la ampliación del intercambio
comercial con un dictador al mismo tiempo que rechaza relaciones
comerciales más profundas con una democracia, especialmente con una
que ha derramado tanta sangre en la guerra americana contra las
drogas.
Patrick Leahy, senador
por Vermont, es uno de muchos en el Partido Demócrata que parece
tener conflictos en este asunto. Leahy ha dicho que aún no se ha
decidido en cuanto a como votará en el ALC EE.UU.-Colombia. Pero
justo el mes pasado, en una carta publicada en este periódico, me
acusó de ver "los asesinatos de cientos de sindicalistas" en
Colombia como "irrelevantes", porque estoy a favor de aumentar el
comercio como forma de consolidar el capitalismo democrático y
aumentar las oportunidades económicas para todos los colombianos.
Todavía estoy tratando de comprender la conexión.
Es bastante gracioso
que Leahy, como muchos de sus colegas, incluyendo al representante
de Nueva York en la Cámara, Charles Rangel – no tenga tales
escrúpulos respecto al comercio con el despótico régimen de La
Habana. El senador ha dicho que Estados Unidos debería buscar un
compromiso con Cuba a base de "levantar el embargo" y aumentar "los
contactos entre norteamericanos y cubanos"– en otras palabras,
deberíamos echar abajo las barreras entre nuestros dos países, no
hacerlas aun más altas".
La Cuba a la que Leahy
quiere acercarse más, no está simplemente acusada de abstenerse de
procesar a los violadores de derechos humanos, como en el caso de
Colombia. Es lamentable que el senador aparentemente crea
irrelevante el asesinato de miles de cubanos, la tortura y
encarcelamiento de otras decenas de miles, el exilio de millones y
el rechazo de todos los derechos humanos, incluyendo el derecho a
organizar sindicatos.
Muy aparte de esa
flagrante contradicción, está el asunto de si realmente Colombia es
culpable, como han sugerido los demócratas, de ignorar o ser
cómplice de los asesinatos de sindicalistas colombianos. Una
revisión seria del historial sugiere que la propaganda izquierdista
está manipulando los hechos en la dirección del Partido Demócrata.
Si la dirección del partido mantiene esa opinión, el resultado
dañará no sólo a Colombia sino también, y muy fuertemente, a los
intereses norteamericanos en la región.
No se sabría con todo
el aspaviento de los demócratas, pero el gobierno colombiano ha sido
muy explícito en cuanto a la persistencia de la violencia en el
país. El presidente Uribe habla frecuentemente sobre el asunto, como
lo hizo en un discurso en New York, en julio 22, sin edulcorar la
tragedia.
"Aun asesinan 17,000
colombianos al año. Nos gustaría mostrar una reducción mayor, pero
acostumbraban matar 35,000. Ni un solo pueblo ha sido destruido en
Colombia en este año. En el año antes de mi gobierno, los grupos
terroristas destruyeron 84 pueblos en Colombia.
Nuestra libertad
estaba amenazada por el terrorismo. Hubo años en que mataron 15
periodistas.
Este año no han
asesinado ninguno. Tuvimos años en que secuestraron 3,000
colombianos. Este año han secuestrado 107. Nos gustaría no tener ni
un solo secuestro. Estamos ganando en los secuestros, pero todavía
no hemos sido capaces de derrotarlos".
Ciertamente que los
sindicados se han beneficiado con la mejoría de la seguridad. Hubo
años en que más de 250 sindicalistas murieron, como dijo el
Presidente en New York, pero recientemente han muerto muchos menos.
En el 2006, dijo, la violencia se intensificó y el número creció
hasta 60, de 25 en el 2005. Este año sólo cuatro sindicados han sido
muertos y el Ministerio de Justicia informó que las investigaciones
preliminares indican que sus muertes no estaban ligadas al activismo
sindical. El Gobierno está también investigando los asesinatos de 12
miembros del sindicato de maestros.
En Colombia, los
sindicalistas son asesinados por las mismas razones que se asesina a
los campesinos. Son agarrados en el fuego cruzado entre
paramilitares y guerrillas. Como explicó Uribe en su discurso de New
York, "los paramilitares matan a sindicalistas, acusándolos de
colaborar con las guerrillas, y las guerrillas matan a los
sindicalistas, acusándolos de colaborar con los paramilitares".
Ahora hasta los dos principales grupos de guerrillas, en ciertas
regiones del país, están combatiéndose mutuamente. "El grupo
rebelde ELN mata a un sindicalista porque dicen que es amigo del
grupo rebelde FARC y el FARC mata a otro porque dice que es amigo
del ELN".
Aun así, los
asesinatos de sindicalistas han descendido en dos tercios desde que
Uribe tomó posesión de su cargo, y el gobierno está esforzándose en
proteger a los sindicalistas. Un programa especial de protección a
individuos vulnerables, que permite pedir ayuda especial a todo el
que se sienta amenazado, ahora protege a más de 5,000 individuos.
Según el gobierno, 1,500 de ellos son sindicalistas. El año pasado
el gobierno gastó 24 millones de dólares protegiendo a dirigentes
sindicales y sus familias. La oficina del secretaria de Justicia ha
establecido un programa especial para investigar violaciones de
derechos humanos contra los miembros de sindicatos. En cuanto a los
asesinatos sin aclarar, el secretario de Justicia conferenció con
dirigentes sindicales y coincidieron en cuanto a una lista de 200
casos que ahora tienen alta prioridad para investigación y
procesamiento.
El Gobierno de Uribe
ha desmovilizado a 43,000 combatientes ilegales. Unos 33,000 eran
paramilitares y 10,000 eran guerrillas. Pero el presidente señaló
que el país comenzó con 60,000 "terroristas", por lo que aún queda
mucho trabajo por hacer.
Aun si tal progreso no
hubiera ocurrido, no tendría sentido rechazar el ALC. Colombia
necesita el Acuerdo de Libre Comercio, dijo Uribe en New York,
porque así es como "podemos generar más empleos de mayor calidad,
enviar más de nuestros productos al mercado estadounidense y de esta
forma tendremos menos drogas ilícitas, menos terrorismo, más paz,
más seguridad, y más bienestar para el pueblo colombiano". Si al
menos el gobierno en La Habana se preocupara tanto por el pueblo
cubano.