En defensa del neoliberalismo

Y de los desaparecidos ¿quién se ocupa?
Lic. JOSÉ A. ORTEGA

Toluca • 29 FEBRERO 2012 - Para empezar, ninguna autoridad pública es capaz de decir cuántos desaparecidos hay, como parte de la ola de violencia que asola al país en los últimos cuatro años.

Podría tratarse de miles de personas privadas de la libertad y casi con plena seguridad asesinadas e inhumadas clandestinamente. Entre 2004 y 2011 la Comisión Nacional de Derechos Humanos contó más de mil cadáveres hallados en fosas clandestinas. Y así como esas fosas encontradas debe haber muchas otras que no han sido descubiertas todavía. Además, están los casos de los cientos de cadáveres que los sicarios admiten haber calcinado o deshecho con ácido, sólo en Tijuana, Baja California.

Y si ninguna autoridad pública es capaz de dar una cifra aproximada de desaparecidos, menos aún hay alguna autoridad o conjunto de autoridades que estén dedicadas a investigar sistemáticamente y dar con el paradero de los desaparecidos, así como capturar y llevar ante la justicia los responsables de las desapariciones. Estamos ante un verdadero desastre humanitario que viene a sumarse a otros, como el secuestro masivo de inmigrantes o la gran cantidad de huérfanos producto de la “guerra” entre grupos criminales.

Entre las víctimas hay tanto personas completamente inocentes como otras que presumiblemente estarían implicados en acciones delictivas. No hay evidencias ni indicios plausibles de que las desapariciones sean obra de agentes del Estado como parte de una política estatal. Los autores son parte del crimen organizado. Pero como quiera que sea, hay una inadmisible inacción del Estado.

Denuncias como la presentada contra Felipe Calderón ante la Corte Penal Internacional, no buscan justicia, sino el uso perverso de instituciones como la CPI para eliminar al adversario político. Pero ese juego perverso no inocula contra la justicia verdadera.

Los gobernantes locales y federales no deberían olvidar que sus omisiones ante el drama de las desapariciones, tarde o temprano, no quedarán impunes y si la mano de la justicia nacional no las alcanza, lo hará la mano de la justicia venida de fuera. Entre los desaparecidos hay ciudadanos de Estados Unidos, nación que persigue implacablemente a quien agrede a sus connacionales y a quien permite la agresión.