En defensa del neoliberalismo

 

Cultura y Crianza

 



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no se pregunta cómo es posible que Malasia, Tailandia y Singapur, entre otros tigres asiáticos, se hayan convertido en potencias capitalistas emergentes mientras que en América Latina el anticapitalismo sigue siendo popular, con el consiguiente empobrecimiento de nuestros países. No creo que sea un problema esencialmente político, sino cultural. Las elites intelectuales de América Latina no han servido a sus pueblos. Han copiado las modas intelectuales del anticapitalismo chic, tan popular en las universidades, los medios artísticos y la gran prensa de Estados Unidos. Han querido ignorar que la intelectualidad americana se volvió anticapitalista después de que EEUU se convirtió en una gran potencia. En el siglo XIX, aquí los personajes que eran admirados, los que capturaban la imaginación popular eran los capitanes de empresa, los fundadores de imperios de negocios, los inventores. Las ideas socialistas eran vistas con profunda desconfiaza por la inmensa mayoría del pueblo americano. Se consideraban extrañas al carácter de la joven nación.

¿Acaso era de extrañar? En Estados Unidos, después de la guerra civil (1860-1865), el desarrollo capitalista fue realmente espectacular. Entre los cubanos, y los latinoamericanos en general, está muy difundida una ideología pueril de que Estados Unidos se ha enriquecido explotando a los países latinoamericanos. Sin embargo, en el período entre 1860 y 1890, en Estados Unidos se concedieron patentes para ¡más de 440,000 nuevos inventos! y en los primeros 25 años del siglo XX la cifra llegó a ¡969,428! El desarrollo del transporte por ferrocarril, del correo rápido y regular que éste permitió y la comunicación por telégrafo permitieron superar las enormes distancias de Estados Unidos. Esto hizo posible el surgimiento de negocios a escala nacional. Fue una época de inventores, de empresarios, constructores, inversionistas y especuladores. Fue la época de Thomas A. Edison, de John D. Rockefeller, de Andrew Carnegie, de James J. Hill, George Pullman y P.T. Barnum. Fue un tiempo de impetuosa urbanización, crecimiento de las ciudades, expansión industrial, conquista del Far West y desarrollo de grandes empresas. Estados Unidos dejó de iluminarse con aceite de ballena. Primero pasó al queroseno y luego a la electricidad. Dejó de construir con hierro y madera para pasar al acero. Sustituyó el milenario coche de caballos por el tranvía eléctrico. Así se hizo esta nación.

Pero el atraso de América Latina no sólo concierne a los intelectuales. Todos somos responsables. Las familias que han mirado con angustia la fecha de pagar el alquiler, luego quieren resarcirse de las tensiones y amarguras pasadas mimando a sus hijos. ''Mi hijo va a tener lo que yo no tuve'', es un frase que se repite demasiado. Cuidado. El niño que siempre ha tenido todo lo que ha querido no sabe apreciar el valor de nada. Cree que el mundo que lo rodea forma parte de la naturaleza. Que el aire acondicionado central es un fenómeno metereológico y que la salida de la barba y tener automóvil obedece a las mismas leyes. No comprende que vive en un mundo totalmente artificial, producto del trabajo de sus padres. No es de extrañar que muchos se aburran y busquen emociones en supuestas rebeldías políticas. Es bien sabido que la inmensa mayoría de los revolucionarios no viene de las filas de los desposeídos, sino de una confortable clase media.

Por consiguiente, una pregunta dura y útil que toda madre debía hacerle a su hijo adolescente sería: ''¿Qué harías tú si tu padre muriera súbitamente? El es el principal proveedor de este hogar. Tú tendrías que ayudar a mantener la casa. ¿En qué pudieras trabajar?'' Duro, sí, pero ayudaría a ubicarlo en la realidad. Lo ayudaría a comprender todo lo que significa el Viejo, antes de que éste desaparezca. ¿Qué mejor regalo en el Día de los Padres?