En defensa del neoliberalismo

 

Cubazuela

 

Fidel Castro y Hugo Chávez están en plena luna de miel. Es conmovedora la admiración que Chávez siente por el anciano dictador cubano y por el maravilloso éxito de haber estado casi medio siglo en el poder. Su admiración es tan grande que han estado discutiendo unificar los dos países. No es imposible, se ha hecho en otras partes. Egipto y Siria también decidieron unirse constituyendo la llamada República Arabe Unida que, si mal no recuerdo, duró unos tres años. Tenían hasta una misma bandera. No es ninguna broma. Cuba y Venezuela ya han estado unificando sus procedimientos jurídicos y comerciales.

El trabajo educativo no se queda atrás. El Decreto 1.011, aprobado el pasado 4 de octubre, crea un cuerpo de supervisores itinerantes, nombrados de dedo, que tendrá la facultad de intervenir los planteles educativos, públicos y privados, y suspender a los miembros de los cuerpos directivos, para ser sustituidos por funcionarios afectos al régimen. El objetivo de esta operación está claramente establecido en las Propuestas de la nueva resolución para las Comunidades Educativas, elaboradas por Carlos Lanz, coordinador del Proyecto Educativo Nacional del Ministerio de Educación: ''La formación de una nueva cultura política que garantice la irreversibilidad del proceso revolucionario de la República Bolivariana de Venezuela''. Como en Cuba.

¿Cómo se llamará el nuevo país? ¿Venecuba? ¿Cubazuela? Nadie lo sabe pero, mientras tanto, aguzados historiadores cubanos ya han descubierto que el padre de Bolívar era cubano, que Manuela Sáenz era santiaguera y que el verdadero autor de Alma llanera fue Ñico Saquito. ¿Qué futuro le espera a la nueva nación? Basado en nuestro casi medio siglo de experiencia, los cubanos podemos arriesgar algunas predicciones. Venezuela no sólo va a perder su industria petrolera, sino que probablemente se quede sin agua. Castro quiere duplicar la producción agrícola de Venezuela para convertirla en una gran exportadora de alimentos. A estos efectos, considera necesario canalizar las aguas del Orinoco. Para trabajar en este plan, un equipo de ingenieros cubanos, asesorados por hidromantes chinos, ya se ha trasladado a Puerto Ayacucho en el estado de Amazonas.

Hablando en serio, es obvio que ni Chávez ni mucho menos Castro están interesados en el pueblo venezolano. Lo suponen fácil de controlar con un poco de demagogia populista. Los verdaderos intereses están en otra parte. Una oficina en La Habana va a coordinar los negocios petroleros de PDVSA en el Caribe mientras ministros cubanos de finanzas se establecen en Caracas. Hay una oculta racionalidad tras estas maniobras aparentemente absurdas. Lo que queda de la democracia venezolana es el único obstáculo que confrontan las langostas chavistas en su frenético devorar de las riquezas nacionales. De aquí la conveniencia de sacar del escrutinio público venezolano las turbias operaciones financieras de Chávez. Y la conveniencia de utilizar a la dictadura cubana como intermediaria en la administración de las riquezas de Venezuela. Este es el trasfondo, internacionalista y ''bolivariano'', de la integración de Cuba y Venezuela.

Recientemente una delegación de militares venezolanos estuvo de visita en La Habana. El objetivo de su visita, agudamente analizado por el general Rafael del Pino (además de ser filmados y grabados para potenciales chantajes de la Seguridad cubana) era aprender de sus fuerzas armadas y tratar de integrarse lo más posible a ellas. Después de todo, tienen una rica experiencia de combate. Claro que la experiencia de las fuerzas armadas cubanas no se limita a haber combatido por medio mundo, defendiendo perdedoras causas soviéticas. Hay otras, de particular interés para los venezolanos. Como que el ejército cubano ha sido meticulosamente desarmado: los que tienen acceso a las armas no tienen acceso a las municiones. Simples precauciones entre camaradas. O que el más capaz y experimentado de los generales cubanos, Arnaldo Ochoa, un ''héroe de la república de Cuba'', fue fusilado por Castro. Los militares venezolanos deberían reflexionar sobre esto. Si Castro maneja de esta forma un ejército creado por él, ¿qué confianza podrá tener en el ejército tradicional venezolano y qué destino podrá esperar su alta oficialidad?

Chávez envidia las rígidas estructuras del totalitarismo cubano. No conoce su profunda desmoralización interna y aspira a inyectar, desde afuera, un poco de disciplina en el caos venezolano. Tarea imposible. El caos facilita el robo y la nomenklatura cubana aspira a hacerse rica en Cubazuela.

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