En defensa del neoliberalismo
 


Democracia y desarrollo en los países petroleros

 

 

 

 Paúl Collier

Hasta recientemente, "democracia petrolera" parecía un oxímoron, una expresión contradictoria. El Medio Oriente, donde están concentradas las reservas de petróleo, era uniformemente autocrático, y la mayoría de los otros países ricos en petróleo eran autocracias como Indonesia o democracias raquíticas como México. Las cosas están cambiando, sin embargo, desde dos direcciones. La democracia se está extendiendo hacia algunas economías petroleras y el petróleo se está extendiendo hacia algunas democracias.

La extensión de la democracia a las economías petroleras en el Medio Oriente es un punto explícito en la agenda de la política exterior estadounidense. En otras regiones, la democratización de las economías petroleras importantes ha ocurrido en años recientes sin presiones exteriores, notablemente en Indonesia, México y Nigeria. La extensión del petróleo a las democracias, mientras tanto es, en gran parte, un efecto lateral del intento de diversificar los suministros de petróleo estadounidenses y occidentales de su dependencia del Medio Oriente. Se han hecho nuevos descubrimientos, y están siendo explotados, en una serie de democracias de bajos ingresos, tales como Gambia, Sao Tomé y Príncipe, Senegal y Timor Oriental.

Estos desarrollos complementarios representan tanto una advertencia de peligro como una oportunidad: la advertencia de que las riquezas petroleras pueden dañar las democracias existentes, y la oportunidad no sólo de evitar que eso suceda sino también de aprender a reducir los efectos perversos de las rentas petroleras en países que se están democratizando.

Ya es un lugar común que gobiernos corruptos han hecho mal uso de las rentas petroleras y otros recursos naturales, y que esos ingresos, a su vez, han alimentado la corrupción y socavado el buen gobierno. La explicación de esto se desarrolla en tres fases. Una economía elemental provee la primera fase: las grandes rentas de los recursos minan la competitividad de otras exportaciones al inflar la tasa de cambio real, un fenómeno llamado "la enfermedad holandesa," las consecuencias que tuvieron las exportaciones de gas holandés en su industria manufacturera. En la segunda fase la explicación asciende al nivel de la economía profesional: las preocupaciones acerca del nivel de la tasa de  cambio real son reemplazadas por preocupaciones acerca de su volatilidad.  Esta preocupación encaja perfectamente dentro de un debate entre economistas profesionales y ministros de finanzas acerca de la medida en que la volatilidad puede afectar las inversiones. En la tercera fase la explicación cambia hacia la reciente fusión de economía y ciencias políticas: Las rentas de recursos desvían la política nacional de proporcionar bienes públicos a suministrar patronazgo privado. Pero el patronazgo puede mantenerse a raya si hay instituciones responsables y que funcionen bien. Este cambio de enfoque hacia el  gobierno implica que, ya que la democracia aumenta la responsabilidad, las nuevas democracias petroleras manejarán las rentas de recursos mejor que las autocracias. Esto debe ser cierto en ambas direcciones: para los países ricos en petróleo que se las agencian para democratizarse, y para las democracias que descubren y explotan nuevos recursos de combustibles fósiles.

Por supuesto, las tres fases que describen como las rentas de recursos distorsionan los procesos políticos no son mutuamente excluyentes, y ninguno de sus patrones se ajusta a todos los casos. En las sociedades ricas en recursos hay instituciones significativamente diversas, y aunque la riqueza en recursos las hayan afectado, la mayoría de los países formó sus instituciones antes de descubrirlos. Dado que la variación global en las instituciones está bien reflejada entre los países de recursos abundantes, esto nos permite analizar estadísticamente cómo interactúan las instituciones políticas con la riqueza de recursos. Esto, a su vez, nos permite predecir cómo les irá a las posibles democracias petroleras.

Hasta ahora, la evidencia sugiere que la democracia no va a resolver ni fácil ni necesariamente los problemas planteados por la riqueza en recursos. En verdad, lo más probable es que la democracia aumente esos problemas si los países ricos en recursos no consiguen un gobierno eficiente. Hay que reevaluar la importancia de los mecanismos que determinan cómo se alcanza el poder en relación con los que determinan como se usa ese poder. Dicho de otra forma, hay que restarle importancia a la competencia electoral en las democracias petroleras y aumentar la importancia de las restricciones políticas de sus gobiernos, de los frenos y contrapesos, como gustan de decir los norteamericanos. Desafortunadamente, esto es precisamente lo opuesto a lo que probablemente veamos en las nuevas democracias petroleras, y es una tendencia que inconscientemente alentarán los medios de información internacionales, con su fascinación por las elecciones telegénicas.

Hechos incómodos

Si uno se toma la molestia de hacer investigación estadística sobre este asunto, encuentra un patrón consistente: las rentas petroleras y otros recursos naturales están particularmente mal adecuadas a las presiones generadas por la competencia electoral en la ausencia de frenos y contrapesos en el uso del poder político. Cuando no hay grandes rentas por recursos naturales, hasta las democracias con menos frenos y contrapesos sobrepasan económicamente, en forma significativa, a las autocracias. Esto es un mérito de las consecuencias económicas de la democracia puesto que se dice frecuentemente que la democracia no tiene ningún efecto neto en el éxito económico.

Sin embargo, en presencia de grandes ingresos por recursos naturales, los vectores del rendimiento económico son los opuestos: las autocracias superan a las democracias, y la diferencia es bastante grande. En ausencia de ingresos por recursos naturales, una política democrática supera una autocracia en cerca de 1.5 puntos porcentuales de crecimiento anual. Pero cuando las rentas por recursos naturales ascienden a cerca de 8 por ciento del PNB en ausencia de frenos y contrapesos, desaparece la ventaja de la democracia para el crecimiento. Más allá de esto, el efecto económico neto de una democracia irrestricta es simplemente adverso. Tómese un país sin frenos y contrapesos, y con ingresos por recursos de 20 por ciento del PNB (un  nivel bastante modesto de riqueza de recursos). El cambio de una autocracia a una intensa competencia electoral disminuye la tasa de crecimiento en alrededor de 2.5 puntos porcentuales.*

¿Cómo socava la democracia la capacidad de un país de controlar sus ingresos por recursos naturales para el crecimiento económico? Obviamente, la respuesta tiene que con sus opciones de política económica.  Pero, ¿cuáles opciones?

Una posibilidad es que las rentas por recursos naturales inflan el tamaño del estado. Los economistas han establecido que a un mayor gasto público corresponde una menor tasa de crecimiento. Sin embargo, cuando controlamos el nivel de gasto público, encontramos que un gasto público menor no reduce el efecto adverso de la democracia en el uso de las rentas por recursos naturales. De forma que el gasto gubernamental no puede explicar el por qué las democracias ricas en recursos tienen menor rendimiento.

¿Y qué sobre la composición del gasto? La influencia más importante sobre el crecimiento económico es la inversión. Si controlamos la parte de inversión en el PNB, el efecto adverso de la democracia se reduce. Dicho de otra forma, las democracias ricas en recursos sub-invierten. Otros investigadores encuentran que las democracias, en general, sub-invierten. En las sociedades ricas en recursos, la inversión es particularmente importante, puesto que es así como las rentas por recursos pueden ser transformadas en aumentos sostenidos de ingresos. 

*Para detalles sobre cuestiones metodológicas, vea "Democracia e Ingresos de Recursos", de Paul Collier y Anke Hoeffler, disponible en users.ox.ac.uk/econpco/research/politicaleconomy.htm

Sin embargo, la historia real resulta ser no la tasa de inversión, sino el rendimiento de la inversión. Las democracias ricas en recursos no sólo sub-invierten sino que invierten mal. ¿Pero por qué?

Porqué la política va mal
 

Para ver cómo las políticas democráticas van mal en el contexto de abundantes rentas de recursos, tenemos que analizar el concepto de democracia. Es obvio que el diseño de cualquier democracia varía considerablemente -sistema presidencial frente a parlamentario, y proporcional frente a primero-después-del-conteo, y similares. ----

Sin embargo, más importante que estos aspectos de diseño es la distinción central entre mecanismos que regulan como se alcanza el poder y mecanismos que limitan cómo se usa. Los primeros se preocupan de la competencia electoral, los segundos de las restricciones del gobierno, y las democracias difieren considerablemente en cuanto a cuales mecanismos son los más usados. La abundancia de rentas de recursos parece alterar mucho más cómo se conduce la competencia electoral que cómo se usa el poder. En lo fundamental, las rentas de recursos introducen la política de patronazgo.

La competencia electoral motiva a los partidos políticos a conseguir votos de la manera más efectiva y barata posible. En circunstancias normales, la mayoría de los partidos en el poder lo hace suministrando  bienes públicos tales como infraestructura y seguridad de mejor forma que sus rivales. La alternativa extrema a esa política es la del patronazgo privado: se soborna a ciertos electores selectos con dinero público. En su forma más cruda, los candidatos entregan dinero en efectivo a cambio de votos aunque haya medios de comprar votos mucho más potentes que ése.

Obviamente, si hay que sobornar a cada elector, un partido que ofrezca genuinos bienes públicos, superará en la competencia a un partido de patronazgo, porque la gran ventaja de los bienes públicos estriba en que todos pueden usarlos por igual. A los electores les resulta mucho mejor que se les distribuyan los fondos estatales como bienes o servicios públicos que como sobornos privados. Sin embargo, el patronazgo comienza a lucir efectivo para un partido político cuando se pueden comprar los votos al por mayor, sobornando a unos pocos líderes de la opinión, críticamente bien situados. Entonces la misma universalidad de los bienes públicos empieza a lucir como desventaja.

El hecho es que, a la hora de tomar decisiones, mucha gente confía en los "líderes de la opinión" más que en la evidencia de sus propios ojos. Tal conducta se describe en la teoría de cascada de información, que es una tendencia de moda para describir algunas formas de comportamiento de rebaño. Un ejemplo clásico de comportamiento de rebaño puede encontrarse en el mundo de las modas. Es enteramente racional para las compañías de modas el concentrar sus esfuerzos de mercadeo sobre los líderes de opinión, sabiendo que los consumidores los van a imitar. En ese sentido, a veces votar se parece a la moda. La gente vota frecuentemente en bloque bajo la guía de un líder local de opinión, especialmente en lugares donde las lealtades étnicas o sectarias son fuertes, o donde la buena información es escasa. Esas condiciones se dan en muchas sociedades en

desarrollo.

Supongamos entonces que aceptamos que, en sociedades étnicamente diferenciadas sin una prensa vibrante, la política de patronazgo es más barata y efectiva que la de proporcionar bienes y servicios públicos. De todas formas, esto deja abierta la cuestión de por qué este problema afecta desproporcionadamente a las sociedades ricas en recursos. Después de todo, muchas sociedades son étnicamente diferentes y tienen libertades de prensa limitadas.

La respuesta parece ser que la política de patronazgo es una forma de atraer votos más efectiva que la de proveer bienes públicos sólo si el partido gobernante puede malversar suficientes bienes públicos. Para financiar patronazgo a gran escala un gobierno necesita primero malversar dinero público del presupuesto estatal y pasarlo a fondos para sobornos.

Si las restricciones políticas sobre malversación son suficientemente estrictas, entonces el patronazgo político no es posible. Tales restricciones influyen, y a la vez se ven reforzadas, por la pureza de los motivos de los políticos. Un sistema en que el patronazgo no es factible probablemente atraiga a políticos genuinamente motivados por una visión del bien común. En las sociedades en que el patronazgo es posible, la política democrática tiende entonces a atraer pillos en busca de dinero fácil.

Las rentas de recursos debilitan las restricciones políticas por una razón obvia: reducen radicalmente la necesidad de poner impuestos. Los gobiernos ricos en recursos tienen menor necesidad de impuestos, no tienden a estimular que los ciudadanos analicen cuidadosamente su actuación.

Aunque este proceso de responsabilidad ha sido esencialmente comprendido desde hace mucho tiempo, generalmente se ha propuesto como explicación a las tendencias autocráticas de sociedades ricas en recursos, y con razón. El punto clave aquí es que este mismo proceso de socavar la responsabilidad opera igualmente dentro de las sociedades democráticas. El efecto no daña la competencia electoral en sí misma, sino a las restricciones políticas sobre como se usa el poder. A medida que las rentas de recursos erosionan los frenos y los contrapesos, suponiendo que existan, los partidos logran rienda suelta para competir por votos usando el patronazgo. Como hemos establecido, esta es la forma más efectiva para conseguir votos en una sociedad éticamente dividida y con una prensa carente de libertad. Los partidos que en forma quijotesca escogen la vía de los bienes públicos para atraer los votos, simplemente pierden la elección: en esas situaciones los pillos políticos derrotarán siempre a los candidatos honestos. Si alguien desea una medida de los problemas afrontados por un candidato capaz y honesto en una democracia petrolera, compruebe como le fue a Pat Utomi como candidato presidencial en las elecciones de Nigeria este abril. La ley de esta particular selva política es, desafortunadamente, la supervivencia de los más gordos.

Los politólogos pueden medir las restricciones políticas en un país dado. Como todas las cuantificaciones, esta medida tiene sus deficiencias: Simplemente cuenta cuantos de los posibles 17 frenos y contrapesos están incorporados dentro de un sistema político. Estas restricciones se correlacionan con el nivel real de la democracia. De nuevo, es esencial hacer una distinción entre la competencia electoral y los frenos y contrapesos del poder político. Cuando una nación tiene intensa competencia electoral y pocas restricciones al poder político, el crecimiento económico sufre severamente. Por el contrario, una democracia petrolera con suficientes  restricciones políticas puede ser un éxito económico. A Noruega le va bien pero Nigeria tiene problemas.

¿Qué significan, en la práctica, "suficientes restricciones?" Volvamos a nuestro ejemplo de un país con rentas de recursos naturales evaluadas en 20 por ciento de su PNB y una intensa competencia electoral. Recuérdese que en ausencia de frenos y contrapesos, una sociedad de ese tipo tiene una tasa de crecimiento 2.5 puntos porcentuales inferior al de una autocracia. Según la medida de frenos y contrapesos que nosotros usamos, esta sociedad necesitaría sólo cuatro de las 17 restricciones a fin de eliminar esta desventaja. Con ocho restricciones superaría a la autocracia por 2.8 puntos porcentuales.

Cuatro restricciones de 17 no parecen mucho, pero es el doble de lo que típicamente tienen las sociedades ricas en recursos. Obviamente, añadir cuatro restricciones cualesquiera de las 17 no arreglaría necesariamente el problema. En realidad, si hay una restricción de importancia suprema, es la de la prensa libre. Sin ella, los ciudadanos pueden ser fácilmente manipulados por la propaganda gubernamental. He usado una medida cuantitativa desarrollada por Freedom House para investigar si la libertad de prensa tiene importancia en las sociedades ricas en recursos. Encontré no sólo que una prensa libre está generalmente asociada con una tasa de crecimiento más rápida, sino también que el efecto es significativamente mayor en el contexto de las riquezas en recursos.

También puedo mostrar el por qué las restricciones políticas son tan importantes en las democracias ricas en recursos. La respuesta nos trae de vuelta a la decisión sobre inversión: las restricciones aumentan el rendimiento de la inversión para gastos públicos, como ejemplifica la experiencia de Nigeria. La primera transición de gobierno militar a democracia tuvo lugar en 1978. El nuevo gobierno democrático del Presidente Shehu Shagari dio un ejemplo clásico de competencia electoral guiada por patronazgo y un poder político carente de  frenos y contrapesos. Uno de los primeros actos del gobierno de Shagari fue el de dar marcha atrás a masivas inversiones públicas para una represa otorgadas por el gobierno militar. El proyecto fue reotorgado, pero su costo ascendió de $120 a $600 millones. Los políticos habían gastado una fortuna comprando los votos que los eligieron, y la represa fue la forma de recuperar sus inversiones. Los $480 millones adicionales en "costos" fueron esencialmente sobornos adicionales para los que ahora tenía buenas relaciones políticas.

El comienzo del segundo período del presidente Olusegun Obasanjo en el 2003 marcó la segunda experiencia de transición en Nigeria. El primer período electo de Obasanjo había sido, como el régimen de Shagari, una transición de régimen militar a democracia. En realidad, fue una especie de repetición del régimen de Shagari. La competencia electoral fue intensa: al final del primer período de Obasanjo, el 80 por ciento de los senadores fue derrotado. Los frenos y contrapesos, sin embargo, eran virtualmente inexistentes. No había habido tiempo para situarlos, y todos los poderosos intereses seccionales se les habían opuesto. Al principio de su segundo y final período, Obasanjo comenzó a introducir los frenos y contrapesos que faltaban, una decisión que requirió considerable coraje. Una de las primeras restricciones, cuya previa ausencia resulta asombrosa, fue el requisito de ofertas competitivas en todos los proyectos de inversiones públicas. Cuando este requisito se introdujo por vez primera, se le hizo algo retroactivo: Algunos proyectos previamente aprobados se retiraron. La introducción de ofertas competitivas redujo el costo de estos proyectos en un promedio de 40 por ciento. Esos dos ejemplos: el enorme aumento de los costos generado por la transición hacia una competencia electoral irrestricta, y la igualmente enorme disminución en los costos, generada por restricciones básicas, ilustran la magnitud de lo que está en juego en las democracias petroleras.

Esos resultados limitados no demuestran los beneficios de las restricciones políticas en todas las circunstancias, pero si respaldan el valor de los frenos y contrapesos en el contexto de las democracias ricas en recursos. En  contextos muy diferentes, las restricciones en el uso del poder político democráticamente conseguido pudieron haber tenido efectos contrarios como, por ejemplo, hacer más fácil el bloquear reformas económicas, como puede haber sido el caso recientemente en Alemania.

La Trampa de los Recursos               

El crecimiento económico no es sólo bueno en sí mismo: también refuerza la democracia. En particular, níveles más altos de ingresos per cápita parecen impulsar el desarrollo de los balances y contrapesos políticos. Por ejemplo: En su documento de trabajo 2004 NBER "¿Generan crecimiento las instituciones?", Edward Glaeser y sus asociados han demostrado que el desarrollo económico impulsa, gradualmente, un saludable cambio institucional. De modo que las instituciones políticas no sólo reflejan el crecimiento pasado sino que influyen sobre el crecimiento futuro.

Esto debería de advertirnos sobre la posibilidad de una trampa del desarrollo político. Sociedades de bajos ingresos y ricas en recursos, como Nigeria y Gambia, que adquieren una  democracia rápida pero desequilibrada, con una vigorosa competencia electoral pero sin frenos y contrapesos, probablemente van a usar tan mal sus oportunidades que no van a crecer. Esto, a su vez, cierra el camino que han tomado la mayoría de las sociedades para lograr una forma equilibrada de democracia, es decir, un camino de instituciones políticas que se fortalecen paulatinamente, sostenidas por un amplio desarrollo económico. Esto, por ejemplo, es como muchos países de Europa occidental tornaron paulatinamente sus monarquías y oligarquías en democracias, durante el siglo XIX y principios del XX.

Por lo contrario, si semejante sociedad tan solo pudiera introducir frenos y contrapesos y de alguna forma mantenerlos durante algún tiempo, como bajo una dirigencia política de excepcional visión, el crecimiento que generaría pudiera consolidar el mantenimiento de los frenos y contrapesos, y mantener seguro el país durante elecciones realmente competitivas. Esta es la esperanza de Nigeria en la actualidad. Y esto es lo que tiene que inspirar nuestra estrategia de ayuda al desarrollo en todas las democracias petroleras.

Esta evidencia, más bien deprimente, pudiera parecer sugerir que las sociedades ricas en recursos debieran aferrarse a la autocracia, al menos si el crecimiento económico es el objetivo principal. Sin embargo, aparte del hecho de que la democracia es buena en si misma, hay razones para dudar esta cínica conclusión, al menos para un importante subgrupo de países ricos en recursos.

Mientras que, en ocasiones, la autocracia parece mejor desde la limitada perspectiva de la generación de crecimiento económico, hay un contexto importante - la diversidad étnica- en el que la autocracia es muy mala noticia. Lo que puede haber resultado bien durante períodos críticos en Turquía, Chile, Taiwán y Corea del Sur -sociedades más bien homogéneas- es improbable que funcione en Indonesia, Nigeria y Trinidad-Tobago. La

razón más probable de por qué la autocracia reduce el crecimiento en el contexto de la diversidad étnica es porque tiende a estrechar la base de apoyo del autócrata. Típicamente, los autócratas en sociedades de diversidad étnica dependen del apoyo de su propio grupo étnico. Mientras más diversa sea la sociedad, más pequeño será este grupo. Mientras más estrecha la base de apoyo social, más fuerte será el incentivo para una política económica que sacrifique el crecimiento en aras de redistribuir el ingreso al grupo favorecido. Ejemplos típicos incluyen a Burundi bajo el gobierno de la minoría Tutti y las políticas pro-Alawitas en Siria.

De ahí que en el contexto de países étnicamente diversos como Nigeria y, especialmente, el Irak de la preguerra, la autocracia falló en generar condiciones para el crecimiento, y su retorno no mejoraría las cosas. La implicación incómoda es que la competencia electoral no es suficiente para superar el  bloqueo al crecimiento generado por la autocracia; simplemente cambia el bloqueo hacia una más difusa pérdida de recursos por medio del patronazgo. De ahí que, en el contexto de la diversidad étnica y renta de recursos, la competencia electoral es una razón necesaria pero no suficiente para producir desarrollo.

La combinación de una sociedad rica en recursos y étnicamente diversa, con fuertes restricciones políticas, es rara pero existe: Botswana. Botswana tiene minas de diamantes en lugar de pozos de petróleo, pero esta diferencia es inmaterial: una gran cantidad de dinero fluye aún de la tierra a los cofres del gobierno. Aunque Botswana se ha mantenido como democracia desde su independencia, ninguna de sus elecciones ha cambiado realmente el partido de gobierno. De ahí que la competencia electoral no pueda ser razonablemente descrita como intensa. Se las ha arreglado, sin embargo, para mantener fuertes frenos y contrapesos. Por ejemplo, todos los proyectos de inversión pública necesitan, por ley, conservar una tasa de rendimiento mínima. Una clara evidencia de que este requisito ha sido implementado es que el gobierno de Botswana ha a acumulado una gran reserva de activos extranjeros. La democracia de Botswana se distingue así de la de Nigeria: los dos países se han construido un balance radicalmente diferente entre la competencia electoral y los frenos y contrapesos. No es de extrañar que también tengan resultados de crecimiento radicalmente diferentes: Botswana se ha convertido en un país de medianos ingresos, logrando por largo tiempo la más alta tasa mundial de crecimiento.

Estableciendo bien la democracia

Desde la caída de la Unión Soviética, la democracia se ha expandido rápidamente a través del mundo en desarrollo. Sin embargo, esta transición ha sido definida abrumadoramente, hasta ahora, en términos de elecciones. Nos inclinamos a concentrarnos en la competencia electoral porque puede ser introducida muy rápidamente inclusive en situaciones no prometedoras, tales como en Afganistán. Por el contrario, los frenos y contrapesos requieren instituciones reales y un mínimo  de confianza social. Toman tiempo en introducirse y con frecuencia son el equivalente de huérfanos políticos: los partidos que aspiran a gobernar hacen resistencia a la introducción de restricciones políticas, y toda la clase política se arriesga a perder si las políticas de patronazgo se hace impracticables.

Por otro lado, la dicotomía elecciones-instituciones no ha sido un problema para las democracias desarrolladas: no son ricas en recursos o, como en el caso de Noruega, su riqueza en recursos es moderada y reciente, salvaguardada por un campo lleno de instituciones democráticas y ya con un alto nivel de ingresos.

Los que están afrontando una serie de problemas históricamente nuevos son las sociedades en desarrollo ricas en recursos y de bajos ingresos que se están convirtiendo en democracias, y un  grupo de democracias frágiles y de bajos ingresos que ahora están descubriendo la riqueza de recursos

Como resultado, las democracias desarrolladas no han demostrado hasta ahora mucha comprensión de estas nuevas circunstancias.      

 A causa de las diferentes escalas temporales para el desarrollo de las elecciones y de los frenos y contrapesos, las "democracias instantáneas" casi inevitablemente pasan por una fase en la cual los vencedores electorales cosechan todos los despojos políticos. El verdadero problema es de si esto se convierte en un rasgo permanente de la política, enredando al país en la trampa del desarrollo político, o si las instituciones se pondrán al día a su debido tiempo. Aquí es dónde la los medios de información internacionales juegan un papel desmesurado.

La reciente y rápida difusión de elecciones impugnadas, como en Ucrania de noviembre de 2004 a enero de 2005, demuestra el poder de la influencia internacional, especialmente el de la prensa internacional. Tratándose de eventos relativamente simples y fáciles de fotografiar, las elecciones reciben una gran atención de la prensa. Los ciudadanos en el mundo en desarrollo se dejan llevar por esta atención que, inevitablemente, los lleva a ver en las elecciones el rasgo esencial y definitorio de la legitimidad democrática.

Esta concentración en las elecciones no sólo influye las opiniones de los ciudadanos sino que,  además, les permite usar el poder de la presión internacional. Esto se refleja en el hecho de que en las manifestaciones políticas, muchos de los carteles que demandan elecciones justas -como por ejemplo en Egipto- estaban escritos en inglés en lugar de en el idioma local. Somos partes de la audiencia que estas protestas buscan. De forma que nuestra respuesta les importa mucho. Hasta el momento, los norteamericanos en su conjunto, y el gobierno de Bush en particular, han insistido en las elecciones. Los frenos y contrapesos, por otra parte, son continuos y complejos, por lo que han recibido menor cobertura noticiosa. Las democracias maduras necesitan contrarrestar esta tendencia enfatizando las características menos visibles de la democracia, especialmente en las jóvenes democracias ricas en recursos.

Dado que el crecimiento económico en si mismo aumenta gradualmente el ingreso al nivel en el que la población demanda frenos y contrapesos seguros, el mejoramiento en las restricciones políticas eventualmente deviene autosuficiente. Por consiguiente, un esfuerzo internacional para promover frenos y contrapesos sólo necesitaría ser temporal. La ola de competencias electorales que barrió el mundo en desarrollo en los 1990 y que aún pudiera barrer el Medio Oriente, necesita ser complementado con una ola de entusiasmo a favor de las restricciones políticas. No sólo está en juego la prosperidad, sino también la libertad.


Tomado de The Public Interest
Traducido por el Dr. E.A.Rivero