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Las protestas cívicas no violentas
como mecanismo de confrontación política. La oposición política frente a los regímenes totalitarios de izquierda se encuentra en una seria disyuntiva: el uso de la protesta cívica no violenta como mecanismo de confrontación política. Si lo que daña a la nación es el gobierno de turno, y lo imperativo es removerlo del poder, las manifestaciones cívicas no son suficientes. Incluso pueden ser víctimas del uso excesivo de la fuerza, producirse muertes, que les serán atribuidas a ellas mismas por el poder, como ha sucedido en Venezuela. Solo una manifestación masiva, que sobre pase la mayoría de la población activa, que por su volumen sea capaz de absorber las fuerzas del poder, podría tener éxito. En el conflicto venezolano, donde ya impera una dictadura de izquierda, entra la oposición en franca contradicción por la propia frustración de no encontrar el método eficaz para quietarse de encima un régimen de fuerza. Unos dicen que utilizar los mecanismos cívicos, como las elecciones es un error político, pero no proponen otra alternativa. Otros plantean que lo que hay es que sacar al gobierno del poder por la fuerza, pero no reconocen que no hay poder de convocatoria para alcanzar una fuerza superior a la del propio gobierno. En realidad la tarea es difícil. Y si no se logra llevar a la sociedad a la ingobernabilidad democrática, el tiempo se les acaba y cada día será más difícil llevar al país a un sistema democrático. Los regímenes de izquierda tienen la capacidad de abusar del tiempo y llevar a sus disidentes y opositores al desgaste político hasta lograr la frustración colectiva, más conocida como el síndrome de la indefensión adquirida, y por ende, sus nefastas consecuencias. Algo que hay que tener presente es que los líderes de los regímenes totalitarios no tienen escrúpulo para gobernar y su prioridad por encima de todas las cosas es el poder. No se amilanan por nada y hacen de la crisis social su propia herramienta de control político. Lo que implica que las penurias económicas y sociales, no ponen en peligro al régimen, sino que es parte de su naturaleza y fortaleza. Así que no se puede esperar por la debacle económica como condición para remover el gobierno. Lo preocupante es que no aparece el método adecuado para enfrentar la mutación de los regímenes de izquierda, cuando por el llamado socialismo del Siglo XXI se han apoderado de los mecanismos naturales de alternabilidad democrática del poder y se han apoderado de los sistemas electorales, que los legitima en el poder. Y los protege, de que contra ellos se utilicen los mecanismos de fuerza o violencia, que ellos mismos utilizaron en otros tiempos, y que ahora la comunidad internacional reprueba para sus adversarios. Y bajo ese pretexto y aparente justificación utilizan la fuerza desmedida y con saña, por eso han asesinado con total impunidad a estudiantes en Venezuela y en Cuba se han fusilado a cientos de personas y ante una sublevación guerrillera en la década de los 60, que en su momento pico alcanzó unos 300 hombres, para su captura o eliminación se movilizaron 65 mil milicianos, y no se escatimaron recursos y logística. Tal vez lo que dé al traste con esta situación de los regímenes totalitarios de izquierda para su derrocamiento sea una combinación multifactorial de estrategias, donde se ponga en práctica la resistencia cívica prolongada y el reclamo social persistente. Con ello se intenta descalificar al régimen y comprometer su integridad moral, pero siempre partiendo de que a estos regímenes les importa poco la aceptación y aprobación popular. Pero si con ello se puede potenciar la ingobernabilidad democrática. La ingobernabilidad democrática precisamente es las combinación de factores que pueden hacer un país ingobernable sin recurrir a la violencia, sino ocupando todos los espacios de la sociedad impidiendo que el poder totalitario se ejerza y sin que la represión desmedida se logre, al producirse el efecto denominado, represión saturada. El miedo como instrumento de poder debe ser tenido en cuentas. En todos los casos hasta ahora, los regímenes totalitarios han logrado imponer el terror, con lo que han conseguido que sus antagonistas se exilien, desistan de la lucha o se dediquen a acciones de más bajo perfil, que no comprometan al poder y les ocasionen menos riesgos. En Venezuela los estudiantes están llamando a recoger firmas, en sustitución de las marchas para evitar los asesinatos de estudiantes. Algo lógico, pero las firmas comprometen menos el poder del régimen, por algo son menos riesgosas. En las llamadas dictaduras de derecha, el poder económico presiona al poder político, porque sus intereses se ven afectados por las movilizaciones populares y la inestabilidad social. Algo que no pasa en las dictaduras de izquierda, porque los regímenes totalitarios no les importan la presión económica, venga de donde venga y convierten en enemigos del pueblo a todo aquel que la provoque. Ahí tienen al mundo entero en contra del embargo norteamericano al Gobierno cubano, y no culpan el régimen castrista de todos los males sociales y económicos que padece el pueblo cubano, por su entera responsabilidad. Los regímenes de izquierda han logrado que su presunta bandera de la justicia social prevalezca sobre su fanatismo por el poder y lo más importante que han conseguido la solidaridad de sus iguales o los que quisieran serlos. En América latina se contempla como una metástasis ideológica. En las actuales circunstancias, la democracia real parece estar en crisis y lo que más se vislumbra es que la pandemia política de izquierda se siga extendiendo, la candidata más importante y factible actualmente es Colombia, pero el mal parece regresar a Europa y Podemos, el nuevo partido de la izquierda radical española, lo más seguro es que llegue al poder. La correlación de fuerza en estos momentos está a favor de la izquierda, por lo que hace aún más difícil llevar adelante cualquier proceso liberador democrático, principalmente en América latina. Al totalitarismo de izquierda, como aquella enfermedad que no se le ha encontrado cura, hay que seguir ensayando cuantas iniciativas se ocurran, lo que si no es recomendable es descalificar cualquier intento de otro. Todo el que se le ocurra una formula debe ponerla en práctica, y es su responsabilidad hacerla progresar. Acudir a los medios y descalificar a los líderes opositores es una posición fácil y hacerle el juego al régimen. Todas las personas de un país tienen la misma responsabilidad y el mismo derecho a ejercer su propio liderazgo. Por por esta razón el prócer cubano José Martí sentenció: “Preocúpate por hacer…” Marzo 1, del 2015
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