Charles Krauthammer
Nada nos dice más sobre Hollywood que a quines
escoge para homenajear. Postulada para mejor película extranjera
está “Paradaise Now,” un retrato desbordante de simpatía por dos
terroristas suicidas. Para mejor película esta postulada
“Munich,” un retrato igualmente lleno de simpatía por un acto de
terrorismo homicida.
Pero hasta que no haya visto “Syriana,”
postulada para mejor guión (y George Clooney para mejor actor
secundario) no tienen idea de la medida en que la
auto-flagelación y el auto-desprecio pasan por seriedad moral en
Hollywood.
El guión de “Syriana” tiene, por supuesto, los
clásicos tropos liberales como la siguiente aclaración en el
guión: “La Asesora Nacional de Seguridad, Marilyn Richards, 40
años, con el alma de varón republicano blanco de 70 años, es la
que está al mando” (página 21). O este prodigio de lenguaje
supuestamente republicano en boca de un petrolero de Texas: “La
corrupción es nuestra protección. La corrupción es lo que nos
mantiene seguros y cómodos… La corrupción es... nuestra forma de
ganar” página 93.
Pero ese es el Hollywood habitual. Lo que
verdaderamente distingue el guión de “Syriana” es una trama casi
incomprensible: una confusa historia sobre un corrupto acuerdo
petrolero con Kazajstán, una lucha por la sucesión en un reino
árabe y una gran empresa petrolera de Texas que manipula a la
CIA y, naturalmente, al resto del mundo. En la película sólo hay
dos cosas absolutamente claras y coherentes: el héroe político y
el héroe moral.
El héroe político es el príncipe e acabar con la
corrupción, la desigualdad y la opresión en su país. Como le
dice a unos jefes tribales, él quiere modernizar el país
trayendo el imperio de la ley, la eficiencia del mercado, los
derechos de las mujeres y la democracia.
¿Qué ustedes creen que le pasa? El, su bella
esposa y sus bellos hijos son asesinados, incinerados por un
misil controlado a larga distancia desde la sede de la CIA en
Langley (¡), en el mismo momento en que su malvado hermano, el
corrupto rival al trono y títere de la compañía petrolera, está
siendo festejado como “el petrolero del año” en un homenaje
lleno de gordos y feos americanos.
Lo grotesco de esto es que la obvia crítica a la
política de EEUU en el verdadero Medio Oriente se produce
justamente cuando el excesivo idealismo wilsoniano de nuestra
política exterior está tratando de encontrar y promover líderes
locales como el Buen Príncipe. ¿Quién en el Medio Oriente está
más cerca de modelo de líder modernizador y demócrata? Sin
ninguna duda es el presidente Hamid Karzai de Afganistán, un
hombre de ejemplar (real no ficticia) integridad personal, valor
personal y convicciones democráticas. Cientos de valientes
soldados americanos (y aliados de la OTAN) han muerto
protegiéndolo a él y al sistema democrático que ellos
establecieron para permitirle gobernar. En la misma noche en que
los Oscars estaban homenajeando “Syriana,” soldados americanos
estaban luchando, y algunos muriendo, en defensa del tipo de
líder musulmán que “Syriana” nos presenta como siendo asesinado
por Estados Unidos.
Y eso no es lo peor. El elemento más pernicioso
de la película es el personaje que está en el centro moral del
filme: un paquistaní bello, modesto y generoso que se convierte
en un bello, modesto y generoso… terrorista suicida. En su acto
final, El Puro, vestido en las más inmaculadas ropas blancas,
coge su lanza cargada de explosivos y arremete contra su
objetivo. Es una reedición de la lancha real que arremetió
contra el USS matando a 17 marinos americanos sólo que en
“Syriana” el objetivo es otro símbolo del imperialismo americano
en el Medio Oriente: una nueva terminal de gas licuado.
La explosión, que tendría la fuerza de una bomba
nuclear, constituye la cúspide moral de la película, su clímax,
cuando El Puro vestido de blanco choca contra la gran pared
blanca de la Terminal. En ese momento, toda la pantalla se
vuelve blanca. Y reverentemente silente.
En mi ingenuidad, yo creía que Hollywood había
llegado a su nadir con la “JFK” de Oliver Stone, una película
que le enseño a una generación de americanos que el presidente
Kennedy fue asesinado por la CIA y el FBI en
Colaboración con Lyndon Johnson. Pero, por lo
menos, era para consumo interno, un asunto doméstico que sólo
tenía un interés marginal para otros países. “Syriana,” por el
contrario, es para exportación. Esta diseñado para trasmitirle a
un mundo receptivo las mentiras más miserables y perniciosas
sobre Estados Unidos.
La mayor parte del “liberalismo” es un sentido
de culpa y un angst buscando equivalencias morales en todas
partes. “Syriana” es otra cosa. Es una variedad patológica que
hierve en su maligno antiamericanismo. Osama bin Laden no
pudiera haber escrito un guión más apasionado.
Tomado de Townhall.com
Traducido por AR