En defensa del neoliberalismo |
Duncan Carrie El pacifismo y las armas nucleares no se mezclan. Miren a Japón. En octubre de 1999, cuando el ministro de Defensa Shingo Nishimura observó causalmente que Tokio debía estudiar volverse nuclear, a sus colegas por poco les da un infarto. El Premier Keizo Obuchi y el jefe del Partido Liberal Ichiro Ozawa, un famoso halcón, lo criticaron. Y a Nishimura le costó el puesto. Pero muchas cosas pueden cambiar en tres años. Durante la primavera del 2002, Shinzo Abe, secretario del gabinete, alegó que no era “necesariamente inconstitucional” para Tokio desplegar armas nucleares tácticas en su propia defensa. Esto hizo titulares pero no le costó el puesto. En realidad, su superior directo, Yasuo Fakuda, afirmó que una “revisión” de la política antinuclear de Japón pudiera ser pertinente. Esos comentarios ya no era anatema gracias, en gran medida, a Kim Jong Il. Como lo plantea el Economist, la política exterior japonesa ha estado cambiando de pacifismo a populismo. No es de extrañar. ¿Cómo podrían actuar de otra forma los vecinos de Corea del Norte? Japón ya estaba trabajando con los EEUU es el desarrollo de un escudo de misiles de defensa. Cuando Pyonyang puso al descubierto sus ambiciones nucleares en octubre del 2002, se empezó a hablar de una carrera armamentista regional. Súbitamente, un Japón nuclear ya no parecía tan impensable. Tras las últimas pruebas norcoreanas, la cuestión es más actual que nunca. ¿Discutirán seriamente los japoneses volverse nucleares? Hay indicios de ello. Entre otras cosas, Abe, el halcón, ahora es primer ministro. Este pasado verano, cuando Corea del Norte disparó varios misiles hacia el Mar del Japón, Abe dijo que Tokio debía ampliar las discusiones sobre la posibilidad de un golpe nuclear preventivo que, según él, era constitucionalmente posible. Luego, el mes pasado, Yasushiro Nnakasone, que fueraa Primer Ministro de 1982 a 1987, le dijo al Australian que Japón pudiera necesitar misiles nucleares en caso de que la sombrilla nuclear americana demostrara ser débil. “Si los Estados Unidos mantendrán la misma actitud o no, es impredecible,’’ dijo Nakasone. “Es necesario estudiar la opción de las armas nucleares.” Hizo estas observaciones antes de las últimas provocaciones de Corea de Norte. “Nakasone no defiende la adquisición de armas nucleares,’’ subrayó el corresponsal del Australian, “pero dice que Japón tiene que estudiar la posibilidad.” Sin embargo, cuando Pyonyang realizó su primer ensayo nuclear, el Primer Ministro Abe habló en otros términos. “No tenemos la intención de cambiar nuestra política sobre armas nucleares,’’ le dijo al parlamento japonés el 10 de octubre. “No habrá cambio en nuestros principios contrarios a las armas nucleares. Queremos buscar una solución a través de medios pacíficos y diplomáticos.’ Abe tuvo que reiterar esos comentarios el 16 de octubre, un día después de Shoichi Nakagawa, director político del Partido Liberal Democrático, dijera que había que discutir el problema de las armas nucleares. Hablándole a los reporteros en Tokio, Abe rechazó esa discusión afirmando que no se iban a cambiar los tres principios anti-nucleares de Japón que prohiben la “posesión, producción y presencia” de armas nucleares en territorio japonés. Por consiguiente, hablar un “Japón nuclear” es prematuro. Por ahora, los que están en contra de la idea pueden dormir tranquilos. “Creo que es muy improbable,” dijo Michael Green, un funcionario del Consejo Nacional de Seguridad del 2001 al 2005. “El tabú todavía es muy fuerte, tanto entre la población como entre la dirección conservadora.” En realidad, los japoneses todavía sufren de una amplia “alergia” nuclear como consecuencia de Hiroshima y Nagasaki. En su interpretación del Japón moderno publicada a fines de los años 90, el veterano periodista Patrick Smith escribió que “mantener al Japón libre de armas nucleares es casi una obsesión para todos los japoneses.” No cabe dura que esta actitud se han suavizado en los últimos años con el crecimiento del peligro norcoreano pero el sentimiento sigue siendo fuerte. Los americanos – especialmente los americanos conservadores – tienen que tener esto presente. Frecuentemente, los conservadores hablan de un Japón nuclear como si fuera una perspectiva real e inclusive deseable. En una reciente columna en el New York Times, David Frum exhortaba al gobierno de Bush a “alentar el Japón a renunciar al Tratado de No Proliferación Nuclear y a crear su propia poder disuasivo nuclear.” Como explicaba Frum “No sólo la nuclearización de Japón sería un castigo para Corea del Norte y China sino que beneficiaría mucho nuestro objetivo de disuadir a Irán porque le mostraría a Tehrán que Estados Unidos y sus aliados van a tratar de corregir enérgicamente cualquier intento por parte de los estados delincuentes de desquilibrar los balances nucleares regionales.” Pero desde la perspectiva de EEUU, las armas nucleares también pudieran hacer del Japón un aliado mucho más difícil. Según Kurt Campbell, que sirvió como secretario adjunto de Defensa bajo el presidente Clinton, la idea de que un Japón nuclear beneficia los intereses de EEUU es “una estúpida falacia estratégica.” Esto desataría un efecto de ‘cascada” en todo el este del Asia, dice Campbell, y cambiaría fundamentalmente el sistema de alianzas de EEUU. Para evitar, el Pentágono debía reiterarle “con mucha fuerza” a Japón sus garantías de seguridad. Lo que Tokio tiene que hacer es revisar el Artículo 9 de su constitución pacifista y ver como puede jugar un papel más “normal” en las redes de seguridad multilaterales. Este proceso ganó fuerza bajo el Primer Ministro Junichiro Kozumi. Como Koizumi, Abe cree en la necesidad de desembarazarse de los obstáculos legales que impiden que Japón pueda participar en una autodefensa colectiva y que han obstaculizado la colaboración de EEUU y Japón en relación con la defensa balística. También tiene que tratar de fortalecer el presupuesto militar de Japón, que tradicionalmente se ha mantenido a un por ciento muy bajo. “La capacidad de atacar por tierra de su fuerza aérea es extremadamente limitada”, dijo James Nelly, que sirvió como secretario de estado adjunto para asuntos del Este del Asia y el Pacífico del 2001 al 2005. “Pero su fuerza de submarinos es de primera clase.” Kelly duda que los japoneses vayan a hacer nucleares porque simplemente “en este momento no lo necesitan.” Dice que un Japón nuclear presupone “una seria pérdida de confianza en la alianza con los EEUU.” Fortalecer esa confianza es uno de
los objetivos del viaje a Tokio de la secretaria de Estado Condoleezza
Rice esta semana. Bajo la dirección de Bush y Kouzumi, la alianza ha
alcanzado niveles históricos de cooperación estratégica. Y, en fin de
cuentas, mantener el vigor y reciprocidad de esa alianza es lo mejor
para todos. |
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