En defensa del neoliberalismo

 

Cambiar la cultura

 

Adolfo Rivero Caro

¿Tendrá alguna consecuencia el viaje de Condoleezza Rice por América Latina? ¿Logrará despertar un mayor interés del gobierno de Bush por la situación del continente? ¿Se estarán dando cuenta del peligro que significa la alianza entre Fidel Castro y Hugo Chávez? No lo sabemos. Lo que está claro es que en América Latina hay un antiamericanismo rampante. Ese antiamericanismo es muy anterior al gobierno de George W. Bush, pero su política lo ha exacerbado. ¿Por qué? ¿Qué ha hecho Bush sino terminar con dos de las dictaduras más represivas y sangrientas del mundo? Ese es el hecho a partir del cual debemos empezar a buscar explicaciones.

Es muy lógico que la dictadura de Fidel Castro se sienta amenazada y reaccione con su habitual histeria preventiva. Lo mismo pudiera decirse de Hugo Chávez que, según él mismo dice, aspira a convertirse en otro Castro, pero ¿por qué tendrían que oponerse a esa política algunas de las democracias de América Latina? Ese rechazo no puede basarse en ninguna argumentación seria. Se ha apoyado en el estruendo de la izquierda revolucionaria, que se siente amenazada, y en las circunstancias políticas de los distintos países. En este sentido, Chile tiene una importancia particular. Se comprende que su gobierno, encabezado por antiguos funcionarios de Allende, tenga viejos resentimientos contra Estados Unidos. No importa que si en Chile se hubiera impuesto una dictadura marxista, todos esos socialistas estuvieran muertos o en el exilio. No lo saben. No han pasado por la experiencia de esa dictadura. En aras de mantener el apoyo de la izquierda chilena a la política más o menos neoliberal que está desarrollando al país, los dirigentes políticos se declaran enemigos de la política exterior de Estados Unidos. Es una cuestión de conveniencia política, no de principios. Algo similar puede decirse de Brasil y de otros países.

¿Quizás alguien esté pensando en el ''unilateralismo'' americano? Por favor, señores, un poco de seriedad. Vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos era muchísimo más impopular que ahora. Alemania, Francia, Italia, España, Japón, Rusia y buena parte de los países latinoamericanos estaban en contra de Estados Unidos. ¿Que la única superpotencia mundial no está actuando de acuerdo con la ''comunidad internacional''? ¿De qué ''comunidad internacional'' están hablando? La mayoría de los países del mundo no son democráticos. Algunas de esas dictaduras, como Irán y la mayoría de los países árabes, son multimillonarias. Su dinero e influencia ha convertido a Naciones Unidas en una organización esencialmente antisemita, que ha ignorado sangrientas represiones de los derechos humanos en todo el mundo, mientras se dedicaba a condenar a Israel, la única democracia del Medio Oriente. La Organización de Naciones Unidas es un antro de corrupción que debe desaparecer o ser radicalmente reformado. Si algunos izquierdistas consideran que la dictadura de Castro ha sido buena para el pueblo cubano, ¿por qué no van a pensar que Naciones Unidas es buena para el mundo?

Quien siempre ha estado consciente de esta situación y de la enorme peligrosidad de la dictadura de Fidel Castro es John Bolton, el candidato del presidente Bush para embajador de EEUU ante Naciones Unidas. Ha sido Bolton el que ha llamado la atención, más de una vez, sobre la amenaza que significa la industria cubana de biotecnología. No es extraño que los liberales americanos estén dando una implacable batalla por hundir su candidatura. Los demócratas, como siempre, del lado equivocado.

Un problema tradicional de nuestra comunidad ha sido el menosprecio por las ideas. Y, sin embargo, el gran problema de Estados Unidos en América Latina es que hemos perdido la batalla de las ideas. ¿Por qué la hemos perdido? Muy sencillo: porque no la hemos dado. El anticomunismo es una negación y, por consiguiente, aunque necesario, no es suficiente. Tenemos que salir a combatir activamente el antiamericanismo defendiendo las ideas matrices de la nación americana. Tenemos que salir a cambiar la cultura. Esto no se puede dejar en manos del gobierno, esto tiene que ser una preocupación de nuestras elites empresariales. Hay que apoyar ideas como el movimiento educativo de la Alianza Democrática. Las iniciativas políticas son útiles pero, para nosotros, las ideológicas y formativas son indispensables. Si no estamos satisfechos con el status quo, nosotros mismos tenemos que empujar el cambio.