Juan F. Benemelis
Del libro Fin de una Utopía
El marxismo
ruso
El bolchevismo sería una
expresión ideológica del atraso de la Rusia zarista,
una reacción agresiva al crecimiento de la
civilización del mercado mundial. En cierto sentido fue la respuesta
europea a un reto de la propia Europa, un intento desesperado para
avanzar por la senda de la industrialización a trancos, quebrantando
el balance social y estableciendo un super-Estado.
El marxismo parte de la base de que el capitalismo es
un sistema que no puede seguir desarrollando la sociedad porque las
fuerzas productivas, es decir, la energía de la sociedad, se ve
frenada por dos grandes obstáculos: el Estado nacional y la propiedad
privada de los medios de producción. Se estimaba que el capitalismo no
podría superar jamás sus crisis cíclicas, ya que la explotación a la
que se veía sometida la clase obrera impediría que ésta pudiese
absorber la producción completa, originándose la manida crisis de
sobreproducción. Pero, el capitalismo demostró tener capacidad
industrial instalada para fabricar mucho más de lo que se consume.
En un análisis
hecho casi en los inicios de la revolución bolchevique, Gramsci
expresaba que eran los maximalistas los que se habían adueñado del
poder, estableciendo su dictadura y elaborando las formas socialistas
de la revolución (Gramsci en: La Revolución contra el capital,
publicado en Milán, en 1917). Para Gramsci la revolución de los
bolcheviques se componía más de ideologías que de hechos y era una
revolución contra El Capital de Carlos Marx. Era la
demostración crítica de la necesidad ineluctable de que en Rusia se
formase una burguesía, se iniciase una era capitalista, se instaurase
una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado
pudiera siquiera pensar en su insurrección, en sus reivindicaciones de
clase, en su revolución.
La nueva restauración de la
fe en la doctrina de Marx fue asumida por los marxistas rusos:
Plejanov, Martov, Lenin, Trotsky, Vera Zasúlich y por los alemanes
Rosa Luxemburgo y Liebnecht. La gran polémica entre Lenin y Kautsky y
entre otros buscaba restaurar el marxismo reestableciendo la fe en la
doctrina.
La concepción
bolchevique coloca como criterio central la fidelidad a los escritos
sagrados de Marx, Engels, Lenin y Stalin (para los estalinistas) o
Trotsky (para los trotskistas). Para sus críticos del momento, el
bolchevismo sería responsable de la deformación del socialismo al
abandonar el método del materialismo histórico al separar las
condiciones subjetivas de las objetivas (Mandel, 1989: 384).
Por su parte, la escisión entre los bolcheviques de Lenin, y los
mencheviques de Georgi Plejanov y Julios Martov, aunque consumada de
hecho en el congreso de 1903 fue en realidad oficialmente consagrada
en 1912 (Hagnauer, Vol. 10 - No. 37: 24-25).
La ecuación "estatalización-socialismo"
no fue una invención del estalinismo, ya había sido sistematizada por
la tendencia a favor del socialismo de Estado, por las corrientes
fabiana y revisionista del reformismo socialdemócrata. Pero el
comunismo no se concibió como una redistribución de la renta, a lo
bolchevique, sino como un modo de producción dirigido colectivamente
por los trabajadores, sin partido intermediario.
Tanto Plejanov, Kautsky,
Bernstein y Engels vivieron el período del salto capitalista, pero
fueron incapaces de atravesar por encima de dos épocas. No vieron en
el capitalismo su fuerza social progresiva, que llevó a una gran
socialización de la producción y con el tiempo condujo al mercado
mundial. Pero allí no termina la cosa, porque los que fundaron la
Tercera Internacional (1919), incluso Lenin, habían digerido las
consideraciones mecánicas de Kautsky y Plejanov.
El marxismo ruso cobró
cuerpo en medio de una intensa lucha ideológica contra el populismo y
la doctrina anarquista. Plejanov y su Grupo Emancipación del Trabajo
ganó adeptos tras la desilusión de los métodos narodnikis y
entre los trabajadores y los intelectuales, que veían en el
materialismo histórico un método de interpretación social contra el
zarismo, pero no como un programa para la supresión de la sociedad de
clases. Estos intelectuales, que asumieron la concepción de lo
inevitable del capitalismo como una visión académica expurgada de su
filo revolucionario, rechazaron la dialéctica a favor del
neo-kantismo. Entre los más destacados “marxistas legales” figuraron
Mijail Tugan-Baranovsky, Peter Struve, Serguéi Bulgakov y Nicolái
Aleksandrovich Berdiayev. Tanto Struve como Bulgakov y Berdyaev,
empezaron por rechazar las ideas filosóficas del marxismo.
Este marxismo legal,
llamado también economicismo, fue adoptado luego por el menchevismo,
partiendo del esquema de que no existían las condiciones en Rusia para
el socialismo, por lo que la lucha contra el absolutismo tendría que
ser de tipo democrático-burgués, en el cual el partido obrero debía
subordinarse a la burguesía progresista.
Lenin se asoció con
George Plejanov y su grupo para editar un periódico de la
socialdemocracia rusa: Rabochie Dielo (la causa obrera).
Plejanov arremetió contra Bernstein, a diferencia de la pasividad que
mostraron marxistas como Kautsky. Pese a ello, Lenin consideraba a
Kautsky su maestro y no perdía oportunidad de señalarlo. La lucha
contra el economicismo se extendió a todos los círculos y poco a poco
las posiciones de Plejanov, Lenin y Julios Martov, fueron ganando la
mayoría. Lenin y Martov se opusieron a los que planteaban poner
énfasis exclusivo en la lucha por las demandas económicas e
insistieron en la lucha política contra el absolutismo.
En marzo de 1898 se
celebró el primer congreso del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata
Ruso) al que se integró la organización socialdemócrata judía Bund.
El Congreso buscaba unificar a los círculos socialdemócratas en un
solo partido y dotarles de un centro dirigente, algo que obviamente no
se materializó. Finalmente se constituyo Iskra (la chispa),
periódico en torno al cual se organizarían las fuerzas del marxismo
ruso. El Comité estaría formado por Plejanov, Lenin, Pavel Axelrod,
Vera Zasúlich, Martov y Protesov.
Lenin, en su ¿Qué
hacer?, afirmaba que la clase obrera dejada a sí misma sólo podría
desarrollar una conciencia sindical, mientras que la conciencia
socialista sólo puede ser introducida desde fuera a través del
partido. El
partido de las "masas" revolucionarias se convirtió necesariamente en
un pequeño grupo, al no responder al llamado del asalto al poder. Pero
Rosa Luxemburgo, al frente de la fracción llamada "espartaquista",
intentó infructuosamente de desmontar el reformismo socialdemócrata y
pese a que logró mantener intacta su adhesión a los principios de la
praxis, sólo tuvo éxito en el campo teórico (Luxemburgo,
Capítulo V, 1954).
Rosa Luxemburgo depositó su
confianza en la lucha espontánea de una clase trabajadora libre. Para
Marx y Luxemburgo, la función de la vanguardia revolucionaria
consistía en impulsar a la masa mayoritaria para que se
auto-capacitara y tomase el poder en su propio nombre y desarrollando
sus propias batallas. El experimento de Rosa Luxemburgo concluyó con el
aplastamiento militar de la Segunda República de los Consejos en
Baviera, en abril-mayo de 1919, a cargo de futuros dirigentes nazis
como Heinrich Himmler, Rudolph Hess y Franz von Epp.
En 1902 se
llevó a cabo el congreso constituyente del Partido Obrero Social
Demócrata Ruso (POSDR), auspiciado por Lenin, Martov, Plejanov, Vera
Zasúlich y el joven Trotsky. Lenin propuso una organización que
excluyese a los simpatizantes y que obligase al compromiso total de
los militantes. La alternativa de Martov, apoyada por Plejanov y
Trotsky, que buscaba una mayor membresía, abogaba por la inclusión de
los simpatizantes y un compromiso menor con el partido. Por su parte,
Wilhelm Ernst Markus propuso una tercera moción que consideraba la
militancia del partido para los marxistas. Así se produjo la escisión
de los marxistas y el surgimiento del bolchevismo y la aureola de
Markus como una de las figuras más complejas del marxismo europeo.
El ¿Qué hacer? de
Lenin nada tenía que ver con las nociones de Marx y Engels. Su
Materialismo y empiriocriticismo era toda una pieza de
materialismo mecánico. Ya a mediados de la Primera Guerra Mundial,
Lenin abandonaba a Plejanov y se acercaba a Hegel, pero no dejó de
“usar” su filosofía pragmática para legitimar sus credenciales
radicales.
Con los
bolcheviques los hechos superaban las ideologías, desbaratando los
esquemas críticos según los cuales la historia de Rusia hubiera debido
desarrollarse según los cánones del materialismo histórico. Los
bolcheviques renegaban de Marx al afirmar, con el testimonio de la
acción desarrollada, que los cánones del materialismo histórico no
eran tan férreos como se pensó.
No obstante hay algo
ineluctable incluso en estos acontecimientos y no es que los
bolcheviques renieguen de algunas afirmaciones de El Capital,
para Gramsci no eran marxistas, eso era todo; no
desarrollaron a partir de las obras de Marx una doctrina de
afirmaciones dogmáticas e indiscutibles. En resumen, el pensamiento
marxista devendría en la continuación del pensamiento idealista
italiano y alemán, que sitúa siempre como máximo factor de historia no
los hechos económicos, en bruto, sino el hombre, la sociedad de los
hombres, que desarrollan a través de estos contactos una voluntad
social, colectiva (Ídem).
Para Gramsci Marx no podía
prever la guerra europea y la duración y los efectos que ella tendría,
sobre todo en la sufrida Rusia. Para Gramsci el análisis de Marx
implicaba una lenta evolución ante la necesidad de los hombres de
organizarse, primero exteriormente, en corporaciones, en ligas;
después, íntimamente, en el pensamiento, en la voluntad; ante la
necesidad de una incesante continuidad y multiplicidad de estímulos
exteriores. Por eso los cánones de crítica histórica del marxismo
captaban la realidad de manera inteligible, en la cual las dos clases
del mundo capitalista creaban la historia a través de una larga lucha
cada vez más intensa. Según Gramsci bajo el marxismo clásico el
proletariado presionaba sobre la burguesía para mejorar sus
condiciones de existencia, en una lucha que obligaba a la burguesía a
mejorar la técnica de la producción, a hacer más útil la producción
para satisfacer sus necesidades más urgentes (Ídem).
Parafraseando a Gramsci, se
trata de una apresurada carrera donde la masa se halla siempre en
ebullición y el caos-pueblo se hace cada vez más consciente de su
propia potencia y capacidad para asumir la responsabilidad social,
para devenir árbitro de su propio destino. Pero este comportamiento
automática se repite con un cierto ritmo, cuando la historia se
desarrolla a través de momentos complejos pero, en definitiva,
similares. Pero todo esto hizo crisis en Rusia, en la que la prédica
socialista hace vivir en un instante, dramáticamente, la historia del
proletariado, para emanciparse idealmente de los vínculos de
servilismo que le hacían abyecto, para devenir conciencia nueva,
testimonio actual de un mundo futuro.
¿Por qué debía esperar ese
pueblo que en Rusia se forme una burguesía, que se suscite la lucha de
clases para que nazca la conciencia de clase y sobrevenga finalmente
la catástrofe del mundo capitalista? Se interroga Gramsci y afirma que
el pueblo ruso ha recorrido estas experiencias con el pensamiento,
aunque se trate del pensamiento de una minoría, la de los
bolcheviques. Y son los bolcheviques quienes han salvado, a nombre del
proletariado, el abismo de alcanzar la madurez económica que según
Marx es condición del colectivismo. “Los revolucionarios crearán
ellos mismos las condiciones necesarias para la realización
completa y plena de su
ideal. Las crearán en menos tiempo del que habría empleado el
capitalismo” (Ídem). Para Gramsci los bolcheviques son la
expresión espontánea, biológicamente necesaria, para que la
humanidad rusa no cayera en el abismo que le esperaba con la
revolución democrático-burguesa de febrero de 1917.
En una
reciente publicación en Rusia se hizo público el testamento político
de Georgi Plejanov (1857-1918), considerado el padre del marxismo en
Rusia. Plejanov fue el fundador del partido socialdemócrata ruso y
pertenecía a la alta nobleza. En el exilio colaboró en el periódico
Iskra (La Chispa), órgano socialdemócrata a cargo de Lenin. En su
congreso de 1903 en Londres, el marxismo ruso se dividió en dos
facciones: la bolchevique (en ruso, la mayoritaria, bajo Plejanov y
Lenin) y la menchevique (la minoritaria) encabezada por Martov y
Axelrod.
El
Testamento es un amplio escrito analítico, dictado en su lecho de
muerte. Plejanov, seguidor "ortodoxo" de Marx y Engels, se proponía
aplicar las ideas de sus maestros a la situación rusa, proyectando
para su país una revolución socialista en cuanto hubiera avanzado en
él un desarrollo capitalista moderno de tipo europeo. Se enfrentaba
entonces al "revisionismo" de Bernstein, que liquidaba la idea misma
de una revolución socialista y abandonaba así al marxismo y contra el
radicalismo "jacobino" de Lenin.
En su
testamento político Plejanov se concentrará, angustiado, en los actos
de Lenin y la revolución bolchevique, que veía como una desgracia para
todo el movimiento obrero, de lo cual se sentía co-responsable por ser
el principal iniciador de la socialdemocracia marxista en Rusia (Strada,
11 enero 2000).
Plejanov
se queja de haber subestimado la capacidad, el verdadero propósito y
la fanática perseverancia de Lenin y lo caracteriza como un personaje
capaz cambiar de color como un camaleón, según la necesidad, pero
conservando intacta su identidad esencial. En su análisis profetiza el
destino de la revolución comunista, en la cual los obreros se
transformarán, de asalariados del capitalista, en asalariados de un
Estado feudal y los campesinos, a los cuales de uno u otro modo se les
quitará la tierra y sobre los cuales se echará todo el peso del
crecimiento industrial del país, se convertirán en siervos de la gleba
(Ídem).
De
acuerdo con Plejanov, Lenin lanzaría a la historia rusa por una senda
falsa y sin salida y en cuanto a la revolución mundial, que según los
bolcheviques deberían seguir a la rusa, Plejanov ve lúcidamente que el
proletariado occidental se hallaba muy lejos de la revolución
socialista casi tanto como en los tiempos de Marx. Asegura también que
el camino del bolchevismo, breve o largo, se caracterizará
inevitablemente por una falsificación de la historia, por crímenes,
mentiras, demagogia y actos infames (Ídem).
Lenin y la espontaneidad
La interpretación de la idea
de la auto-emancipación del proletariado, proviene de la dicotomía
entre autonomía y heteronomia intrínseca en la filosofía alemana
clásica a cuyo nivel de abstracción, las alternativas quedaban
reducidas a dos: o los trabajadores desarrollan espontáneamente una
conciencia de sí mismos como clase con vocación socialista (autonomía)
o esta conciencia debe serles impuesta por otros (heteronomia). Esta
dicotomía preside una serie de distinciones conceptuales: conciencia y
espontaneidad, teoría y práctica, idealismo y materialismo,
intelectuales y obreros, autoritarismo y democracia.
Pero la preocupación por lo
concreto y lo complejo no es en sí misma una respuesta adecuada a la
crítica, porque no llega a demostrar la coherencia de la explicación
"concreta" de Lenin con la tesis marxista de la auto-emancipación del
proletariado. La tesis de la conciencia desde fuera sólo puede
entenderse como la expresión de una lógica subyacente del análisis
político concreto que determinará las formas de actividad política y
organizativa del movimiento obrero, adecuadas a las circunstancias
existentes.
Los primeros en hacer una
crítica a la concepción sobre la espontaneidad y la conciencia,
avanzada en el folleto ¿Qué Hacer?, fueron Vladimir Akimov y
Alexander Martinov, integrantes de la vertiente "economicista" y
blancos del libro de Lenin. Según la filosofía autoritaria de Lenin,
contrapuesta a la espontaneidad, si la lucha de la clase obrera no
generaba una conciencia socialista, entonces la vanguardia
revolucionaria intelectual tendría que subordinarla al proyecto
revolucionario. Tras la escisión entre mencheviques y bolcheviques
esta polémica se hizo más candente, al patentizarse que si Lenin
alguna vez había subscripto las posiciones centrales del marxismo, ya
había dejado de hacerlo al transformarse en el progenitor intelectual
del totalitarismo soviético, con Stalin como su culminación lógica.
La teoría del socialismo ha
surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por
representantes instruidos de las clases poseedoras, por la
intelligentsia" (Lenin, 1961c, 375-376).
En este contexto la
distinción fundamental no es entre burgueses y obreros sino entre los
teóricos individuales y las masas. Por eso la intención del ¿Qué
Hacer? era fomentar el desarrollo de dirigentes socialistas
obreros
A pesar de que en su
descripción del movimiento obrero ruso Lenin presenta una dialéctica
de resistencia espontánea que se identifica como una conciencia
embrionaria, su tesis
histórica de la conciencia desde fuera implica la falta de aptitud de
los trabajadores para tener una conciencia socialista, su capacidad
sólo para crear el sindicalismo y la necesidad de la sujeción de su
movimiento a la tutela de la intelligentsia socialista
(Lenin, 1961c, 375).
Lenin criticó lo que consideraba la estrechez de miras del
sindicalismo, argumentó que el "economicismo" negaba la lucha
política y sometía la falta de conciencia a la espontaneidad. Para
Lenin, el camino revolucionario del movimiento obrero puede no ser el
camino socialdemócrata. (Lenin,
1961c, 437, 438n.)
La caracterización
de la autoconciencia del proletariado como esencialmente universal no
es nueva, proviene del joven Marx. Kautsky tradujo esta visión
filosófica en términos sociológicos. Lenin en sus primeras discusiones
sobre el desarrollo del capitalismo en Rusia utilizó este esquema
kautskiano dado que este análisis construye la dialéctica de la clase
proletaria como una esencia cognitiva de la totalidad social. Pero, en
términos teóricos y contrario a lo que consideraban Marx, Kautsky y
Lenin la distinción entre teoría socialista y experiencia proletaria
es puramente formal, pues si este no fuera el caso la idea de
conciencia desde fuera no tendría ninguna importancia política.
La posición de Lenin
contradice el criterio de que el espontaneísmo se debe a las
condiciones de Rusia y a la inmadurez del movimiento obrero. Además,
deniega la experiencia alemana del movimiento contra el espontaneísmo,
encabezado por Lassalle.
En su obra El Credo
publicada en 1899, E.D. Kuskova distinguía en la historia proletaria
una tendencia al menor esfuerzo, a la lucha económica, agravado en el
caso de Rusia, con su atraso cultural y su intensa opresión política.
Lenin rechazó las tesis de la Kuskova y su ¿Qué Hacer? fue una
respuesta a El Credo.
Lenin rechazaba al
liberalismo constitucional de Peter Struve y sus esfuerzos por
convencer al zarismo de implementar reformas. El centro del teorema
leninista consideraba que el antagonismo de clases no podía
conciliarse pues ello implicaba la subordinación. Según la tesis de
Lenin, para que la conciencia incluyese la noción del reconocimiento
de lo irreconciliable de los intereses de clase del proletariado con
el conjunto del moderno orden (burgués) social y político, se requería
conformarla de manera teórica.
La revolución rusa
Desde los albores de la historia humana ha resultado frecuente la
práctica colonizadora, la de ejercer un control militar, comercial o
político sobre otros territorios, por parte de Estados poderosos sin
que en ello influyese el tipo jurídico de propiedad. La colonización,
por tal motivo, no estuvo fuera de la práctica de los países
comunistas. La aserción de imperialismo siempre ha descrito la
expansión y supremacía económica, comercial o militar de un Estado o
grupo de ellos sobre un conjunto. Lenin esquematizó la fórmula de
imperialismo a un estadio específico de la concentración y
centralización económica y jurídica del capitalismo y eludió la
aplicación de tales términos a un Estado comunista.
Tras el ascenso de los bolcheviques al poder en Rusia, en 1917,
la utopía que siempre ha corroído al hombre por un mundo mejor, fue
entonces la del comunismo. El experimento, se decía, estaba
materializándose en la Rusia soviética, no sin grandes dificultades,
que obligaba a esperar por los objetivos centrales de la utopía.
Las revoluciones socialistas del siglo lejos de sustentar una
continuación hacia el comunismo demolieron todas las estructuras y
sistemas heredados del capitalismo, construyendo penosamente un modelo
patrocinado por los soviéticos. Esta violenta ruptura entronizó una
profunda desestabilización entre las estructuras y los humanos. A
tenor con ello se diseñó el patrón mediante el cual los que estaban a
favor de la ruptura resultaban revolucionarios y los que no se
clasificaban como reformistas.
El fracaso de la
teoría de León Trotsky y Lenin de la revolución permanente en las
zonas industrializados de Europa, única opción teórica para la
construcción del comunismo en la atrasada Rusia zarista, provocó una
crisis en todo el pensamiento marxista clásico, concebido para
triunfar sólo cuando las fuerzas productivas de una nación hubiesen
agotado sus posibilidades de crecimiento dentro del marco de las
llamadas relaciones sociales burguesas.
Lenin y Trotsky se
afanaron en la vana esperanza de que el ejemplo de la revolución rusa
se desencadenase, en un futuro próximo, en Europa, único factor que
podría legitimar el mantenimiento del poder por los bolcheviques en
un país sin las requeridas condiciones objetivas del modelo "marxiano"
(Trotsky, 1964: 248-251).
No existe motivo alguno
para presentar sólo a Lenin como el continuador privilegiado del
marxismo. Por ejemplo, la cuestión del partido y de la dictadura del
proletariado recibió varias “actualizaciones” por un grupo de
marxistas de su época: Bernstein, Kautsky, Rosa Luxemburgo, Korsch,
Pannekoek, Lukács, el “joven Gramsci”, el “joven Trotsky”, Bujarin.
Para Gramsci no bastaba la noción del “partido de vanguardia” en lugar
del proletariado, sino que era necesaria un cambio cultural, nuevos
valores para conquistar la hegemonía e implantar el socialismo.
. La organización social pre-fabricada
por Lenin, el partido de vanguardia, tiene su justificación en la
“ideología de vanguardia”, según la cual la conciencia de clase no
surge espontáneamente del proletariado sino de los intelectuales
burgueses reunidos en un partido. La ideología de “la vanguardia” es
una ideología de la burocracia, ya sea sindical o partidaria y que
tiene como base la concepción positivista, que en su momento fue
criticada por Rosa Luxemburgo, por el Trotsky menchevique y por Anton
Pannekoek.
La revolución
rusa de 1917 califica como la única fomentada por la clase obrera. Sin
embargo, al muy poco tiempo, una burocracia parasitaria encabezada por
Stalin se alzó con el poder de los obreros, implantando un régimen de
terror policiaco-militar, que eliminó todas las conquistas, excepto la
economía planificada. Las revoluciones posteriores a la rusa ya no
tomaron el modelo de Lenin y Trotsky, sino el de Stalin. En el caso de
la Europa del Este, existió un doble proceso, cuando las masas se
levantaron contra la ocupación nazi para luego quedar ocupados por el
ejército soviético en su arrollador avance militar contra la Alemania.
Las revoluciones china, vietnamita y cubana, al igual que en los
países de Europa del Este, no fueron revoluciones socialistas
dirigidas por la clase obrera.
En China se
desarrolló una guerra campesina contra la ocupación japonesa y la
propia clase burguesa china. Salvando las distancias, un proceso
similar tuvo lugar en Vietnam. Pero ni Mao Zedong o Fidel Castro
buscaban conscientemente implantar el socialismo en un primer momento.
Atrapados en la concepción estalinista de la revolución por etapas
entendían que el proceso revolucionario no podía superar la fase
democrático-burguesa. En ningún caso hubo una revolución socialista
dirigida conscientemente por un partido obrero. Y a pesar de las
pretensiones de Castro y de Mao, el resultado obtenido fueron Estados
deformados burocráticamente, copiados del modelo estalinista.
El
estalinismo, o lo que devino el bolchevismo, no sólo era un sistema de
control social draconiano consumado por un dictador implacable, o como
ha sugerido Milán Kundera, la imposición de un despotismo oriental
sobre una civilización occidental.
Las revisiones
que afanosamente buscarían Checoslovaquia, Polonia y Yugoslavia en la
década de los sesenta, en la glasnost gorbacheviana y en las
reformas chinas de Den Xiaoping, ya habían sido bosquejadas por los
primeros herejes de tal doctrina: Bebel, Kautsky, Rosa Luxemburgo,
Preobrazhensky.
Ya al borde de
ser fusilado por el delito de presentar una alternativa al
estalinismo, Nicolás Bujarin, el brillante benjamín de los
bolcheviques, había concluido que el marxismo en la práctica era un
fracaso. A una consideración parecida arribaba León Trotsky en su
exilio de México.
Basarov,
Vladimir A. Ensayos sobre la filosofía del marxismo. San
Petersburg, 1908
Chernov,
Victor. Estudios filosóficos y sociológicos, Moscú, 1907
Dan,
Theodore, 1970, The Origins of Bolshevism, New York, Schoken.
Hagnauer,
Roger. Guángara Libertaria. Miami, Florida, Vol. 10- No. 37,
Kautsky,
Karl. Qué es una Revolución Social. 142-157 en
Wright C. Mills. Los Marxistas,
Ediciones ERA,
S.A., México, 1954.
Keiusinen, Otto, ed.
Fundamentals of Marxism-Leninism. London: Lawrence and Wishart,
1961.
Kuskova,
E.D., 1983, Credo, págs. 250-253, en Neil Harding, ed.,
Marxism in Russia: Key
Documents, 1879-1906,
Cambridge, Cambridge University Press.
Lenin,
Vladimir Ilich Ulianov. ¿Qué hacer? Dietz, Stuttgart, 1902
n
Obras.
Volumen XIV. Ediciones sociales, 1962.
Mandel,
Ernest. What is the Bureaucracy?
60-94, in Ali, Tariq, Ed. The Stalinist Legacy; Its Impact
on Twentieth-Century World Politics.
Lynne Rienner Publisher, Inc.,
Boulder, Colorado,
1985.
--
La formación del pensamiento económico de Marx. Siglo XXI, México,
1971.
-- Além da Perestroika. Rio
de Janeiro, Busca Vida, 3ª edição, 1989
Stalin,
Joseph. Marxism and the National Question. Prosveshcheniye,
Nos. 3-5, March-May 1913,
Transcribed
by Carl Kavanagh.
Strada,Vittorio.
Corriere della Sera. Milán, 11 enero 2000.
Trotsky,
Lev Dadidovich.
In Defense of
Marxism;
New York, 1942.
--
La
Revolución Permanente. Pp 248-251, en Wright C. Mills. Los
Marxistas, Ediciones ERA,
S.A., México, 1954.