En defensa del neoliberalismo

ME PARECIÓ QUE AYER DECÍA LO MISMO
Por: Jorge Fernández Era

«Circula en redes sociales un panfleto pomposamente titulado “Manifiesto contra el silencio, por la justicia”». Así comienza Michel Torres Corona su emisión de ayer del programa Con Filo, un nada ostentoso y rimbombante espacio televisivo que muestra, «con todos sus matices, las noticias, los hechos, las matrices de opinión que circulan en los medios y en las redes sobre la realidad cubana», además de «rasgar la costura de la manipulación mediática» y adentrarse «en la arista filosa de los acontecimientos».

«En él se declara —continúa el conductor del programa— que ante los sucesos del 11 de julio el Estado cubano desató una violencia política y jurídica desproporcionada y metódica frente a los episodios puntuales y espontáneos de violencia que cometieron algunos ciudadanos». Aquí comienza a hacer agua su pretendida objetividad, pues cita a conveniencia el párrafo del manifiesto que alega literalmente que «el Estado responde con una violencia política y jurídica desproporcionada y metódica que rebasa con mucho los episodios puntuales y espontáneos de violencia cometidos durante el estallido por algunos ciudadanos». Quien sugiere después una «asimetría» del texto, no vacila en sustituir la frase «que rebasa con mucho» por «frente a». No la cojamos con él: preparar un programa con premura pudiera justificar semejante desliz involuntario.

El flamante director de la Editorial Nuevo Milenio jura y perjura en cada programa que a él y a sus adláteres no los guía el odio ni la venganza, pero no pone mientes en calificar —directamente o por asociación— a quienes firmamos el manifiesto como contrarrevolucionarios y amigos de exterroristas «y de personajes vinculados con la guerra cultural contra Cuba, con la OEA y su impresentable Almagro», y hasta como «personajes fascistas de baja catadura moral».

Habla de «mezquindad» de nuestros argumentos quien no cita uno solo de ellos. Aduce que deseamos «pasarle la mano» a «personas que fueron halladas culpables en un procedimiento legal y con todas las garantías procesales». Deben ser los mismos procedimientos y garantías procesales que fusilaron a tres jóvenes cubanos en el año 2003 por intentar desviar una lancha hacia Estados Unidos, mientras conmutaba las penas de muerte a los salvadoreños Otto René Rodríguez y Raúl Ernesto Cruz, el primero por colocar una bomba en el vestíbulo del hotel Meliá Cohíba y el segundo por igual acción en el hotel Copacabana que costó la vida al joven italiano Fabio di Celmo.

A ambos terroristas se les impuso finalmente una sanción de treinta años de prisión, la misma, menuda casualidad, de dos de los jóvenes implicados en los hechos del 11 de julio pasado. Pero tal «simetría» no interesa a Con Filo, está muy bien que sean equiparables las sanciones de dos asesinos con las de —lo dice Michel, que se leyó los expedientes— «autores de hechos vandálicos y culpables de delitos graves de daños, lesiones, desórdenes públicos, desacato, sabotaje, robo con fuerza, instigación a delinquir y en algunos casos amenaza a la seguridad del Estado». Mucho menos esperemos que Torres explique el costurón de la manipulación mediática que implica callar las razones por las que no ha sido juzgado el policía que perpetró el hecho más grave de aquellas jornadas del pasado año: la muerte por un disparo en la espalda del también joven Diubis Laurencio Tejada, ni a dónde fueron a parar las promesas de Miguel Díaz Canel —el presidente que llamó al combate y dictaminó que «la calle es de los revolucionarios»— de que se investigarían los excesos de las fuerzas del orden y se les daría la adecuada respuesta legal.

Como el programa de marras no tiene permiso —porque coraje le sobra, claro que sí— para leer el documento, establece un paralelo entre el manifiesto de los «doctos firmantes» y la «campaña de descrédito y satanización con que se ataca a nuestro sistema de impartición de justicia», como si las excesivas, ejemplarizantes y punitivas sentencias que denunciamos en nuestro «panfleto» no bastaran por sí mismas para desacreditar al sistema jurídico al que, sin independencia de poderes, responden nuestros jueces y fiscales.

El joven graduado de la Facultad de Derecho llama «regalarle la impunidad» al hecho de que se solicite una amnistía para los jóvenes encarcelados por participar en manifestaciones pacíficas —por favor, alguien que le preste los videos al compañero Canel para que se los pase a su vez a los entusiastas influencers que con él se reunieron— a las que se sumaron, con «reclamos legítimos», «revolucionarios confundidos» —frases olvidadas muy pronto por el primer secretario del Partido—, como si tenerlos en prisión por ocho meses no fuera una condena «apegada a derecho por los delitos cometidos» e hiciera falta convertirlos —con esas condenas injustificadas de más de diez años, y en algunos casos superiores a los veinte— en ciudadanos que perderán su juventud tras las rejas y se trastocarán, nadie lo dude, en enemigos acérrimos de la sociedad que presume de reeducarlos.

Hubiera preferido, pero es mucho pedir para un programa que defiende «la verdad», que se obviaran esas intervenciones leídas desde un telepromter por un doctor en Ciencias Jurídicas de la Universidad de Oriente y por el presidente de la Junta Directiva Provincial de la Unión de Juristas de Cuba en La Habana. Hubiera sido un buen momento para el debate político televisivo —condenado a cadena perpetua en nuestros medios de difusión masiva— que apareciera Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo Popular, y cuestionara a Michel con «todos los matices» y con los mismos elementos con que defendió ante la prensa internacional, en julio de 2021, el derecho constitucional a la manifestación, el mismo «derecho a tener derechos» que cita nuestro documento, en cuyo contenido no se menciona ni una vez —como insinúa el filoso Torres— la «terrible dictadura» que gobierna nuestro país.

Reviso pues la fecha de la prensa y repaso la historia. El sistema judicial imperante durante la terrible dictadura de Fulgencio Batista condenó a quince años —y liberó dos años después mediante amnistía— a Fidel Castro por organizar un ataque armado a un cuartel militar que arrojó la cifra de decenas de muertos de ambos bandos. Uno de los autores más leídos en prisión por el futuro Comandante, el filósofo y sociólogo argentino José Ingenieros, escribió: «Cada generación abre las alas donde las ha cerrado la anterior, para volar más lejos, siempre más». Condenas como las que pone en entredicho el manifiesto que tuve el honor y el deber de firmar no solo cierra las alas a una generación que está dejándonos solos a quienes nacimos con la Revolución y creímos en ella, sino que se las corta con macabro filo. Estamos a tiempo todavía de acogerlos, libres y sin amputaciones, en nuestro nido.